El desastre de las Conferencias sobre cambio climático

Usted está aquí

El desastre de las Conferencias sobre cambio climático

La 25 Conferencia de las Partes, de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), se realizó entre el 2 y 15 de diciembre de 2019 en la ciudad de Madrid, España. La conferencia también incluyó la 15 reunión de las partes del Protocolo de Kioto (CMP15) y la segunda reunión de las partes del Acuerdo de París (CMA2).

Los resultados de esta conferencia fueron muy pobres, a pesar de la evidencia científica sobre la urgencia para tratar de frenar el incremento de la temperatura promedio en el planeta y que se detenga en 1.5 °C, como lo establece el Acuerdo de París. La COP25 terminó con un absurdo e insustancial acuerdo de mínimos, lo que revela que su lema, “Tiempo de Actuar”, no era más que una simplista declaración de intenciones sin ningún tipo de significado real.

Dentro de las grandes conferencias mundiales ambientales, convocadas en primera instancia por las Naciones Unidas, se encuentran tres. La primera tuvo lugar en Estocolmo, con el título Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano, en 1972; la segunda se realizó en Río de Janeiro, bajo el título Cumbre de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo Sostenible, en 1992; y la tercera se organizó en Johannesburgo en el 2002, bajo el título Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible. Mucho ya se ha escrito sobre las cumbres, y lo que se encuentra habitualmente son recuentos muy generales y cronologías sin mayores contextualizaciones.

Un gran número de científicos especializados en el tema afirman sin ningún tipo de duda que estamos ante una emergencia, por los resultados de investigación realizados mediante metodologías muy variadas. Sin embargo una parte importante de los ciudadanos del mundo, no sólo no perciben ningún tipo de emergencia, sino que pretenden mantener sus hábitos y costumbres de vida exactamente igual que siempre, sin ningún tipo de cambio significativo, sin sacrificar ni el más mínimo ápice de confort. Estoy convencido de que si tuviésemos un mínimo de sensibilidad planetaria entraríamos en pánico al percibir el poco o nulo interés real de políticos y autoridades de todos los niveles, que son capaces solamente de hacer planes y proyectos de poca o nula trascendencia que sólo son simulaciones para contribuir a reducir el calentamiento global, “hay que reducir las emisiones. Y si lo hacemos a todos nos ira bien”. ¿Es esa la manera de actuar ante una emergencia?

Muchos compromisos han salido de las 25 reuniones de la COP. Ideas todas muy buenas. Compromisos establecidos sin que sean vinculatorios. Que lo haga el que quiera y pueda, por el bien del planeta. Todo queda en simple chacoteo de promesas sin obligación, con la contabilidad de los derechos de emisión para poder seguir contaminando sin responder ante nadie. Irresponsables que abandonan los pocos acuerdos internacionales que se han podido firmar, y una inequívoca actitud de dejarlo todo para más adelante. Políticos cortoplacistas y populistas, carentes de estatura moral y completamente incapaces de hacer frente al mayor problema que la humanidad ha tenido en toda su historia, a una auténtica amenaza existencial en toda la amplitud de la palabra. ¡El planeta se calienta!

Vivimos una economía en la que nadie paga por lo que estropea, por lo que ensucia o por lo que contamina, aunque nos afecte a todos. Un sistema económico completamente deficiente e insostenible, que genera desigualdades cada vez más patentes, y que se mide a sí mismo con variables que carecen completamente de sentido, como el PIB o la creación de empleo.

Pero la solución a la emergencia climática no está simplemente en emitir menos contaminantes, eso es como dar aspirinas a un enfermo de cáncer. Yo veo básicamente tres soluciones principales. La primera es redefinir nuestro sistema económico, nuestra política monetaria, plantear medidas excepcionales, rentas básicas incondicionales, acuerdos internacionales que aíslen económicamente a los que no cumplan, y todo un nuevo sistema que evite que quienes alegan el derecho a su soberanía económica destruyan toda posibilidad de vida humana en el planeta en el que vamos todos. La segunda es entender y aceptar la necesidad de cambiar. Tenemos que cambiar nuestros hábitos cotidianos, relacionándolos con el efecto que tienen en el medio ambiente, influir sobre los gobernantes, cambiar esa tendencia de rechazo hacia la ciencia y ofrecer a los científicos la atención mediática de la que gozan los farsantes populistas. Y tercero, reducir el crecimiento de la población, la cual debe ser estabilizada y –idealmente– gradualmente reducida, dentro de un esquema que asegure la integridad social. Que se establezcan políticas de planificación familiar de todo el mundo.

Tendremos que cambiar nuestro sistema educativo y hablarles a los niños y niñas de la gravedad del cambio climático, enseñándoles desde el principio lo que pueden hacer para hacerle frente a la problemática. La educación ambiental debe ser llevada en todos los niveles educativos. La verdad es que es irónico limitarse a prohibir el uso de bolsas de plástico, a reforestar unos cuantos árboles aunque se hagan compromisos que no se cumplirán de plantar un millón de árboles, si no se concientiza a niños, jóvenes y adultos a ser respetuosos con el medio ambiente en general.

 

rodolfogarzag630@gmail.com