El derecho a tener derechos

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El derecho a tener derechos

El presidente obama ha realizado no pocos cambios importantes, pero no ha logrado dar certezas a los migrantes que cada día trabajan para enriquecer su país

El viernes se presentó un libro en la Escuela de Ciencias Sociales que propone un mundo sin muros. Editado en Costa Rica y cuyo autor habla con conocimiento de causa del éxodo centroamericano continuo hacia los Estados Unidos. Puesto que de allá viene, ofrece una mirada muy particular sobre el tema,  que puede ver el abandono sistemático de los trabajadores de sus propios países para buscar una mejor vida. Se pregunta ¿por qué se arriesgan a migrar si saben que en México serán maltratados de mil maneras?, y la respuesta es evidente: porque en Honduras, Salvador, Nicaragua o Guatemala corren mayores peligros que en su largo viaje.

Un concepto que escuché en la presentación me pareció novedoso: a esas personas no se les reconocen en México sus derechos. Vamos, nuestro País ha firmado todos los acuerdos posibles sobre Derechos Humanos en la Organización de las Naciones Unidas y en otras instancias, pero el Gobierno persigue con encono a los migrantes como si se tratase de delincuentes. Éstos no han logrado alcanzar “el derecho a tener derechos” y pregúntele a Migración o a Gobernación por qué se dedica tanto dinero a perseguirlos y a ultrajarlos.

Tenemos ahora la amenaza de Donald Trump para expulsar a 11 millones de personas, ¿puede usted imaginar lo que significaría para México eso?, sería la debacle, acabaría con nuestro País. La amenaza de este nuevo Hitler es muy clara, concreta, simplista. Le llamo Hitler porque éste inició su carrera hacia el poder de la misma manera, declarando que las desgracias de Alemania eran propiciadas por los judíos. Y sabemos lo que sucedió.

El presidente Obama ha realizado no pocos cambios importantes, pero no ha logrado dar certezas a los migrantes que cada día trabajan para enriquecer a su país. Muchas declaraciones y pocos hechos sobre el tema. Deja a sus enemigos republicanos todas las posibilidades de buscar una solución fascista.

El libro “No más muros”, de Carlos Sandoval García, fue presentado por Pedro Pantoja y Alfonso González. Fue en esa presentación donde escuché el concepto con el que titulé este artículo. Existen miles de personas que en nuestra Patria no tienen derechos a tener derechos. Dirá usted que no son mexicanos. Cierto, pero los derechos son para los humanos, para todos. El endurecimiento de Peña Nieto contra los migrantes no es sino una más de las concesiones a los americanos. Otras más serían la entrega ahora sí definitiva del petróleo y minucias como la extradición de “El Chapo” Guzmán. Entre mil otras.

Regreso al muro. Trump anuncia que construirá uno más alto y que lo pagaremos los mexicanos. Israel construyó un muro por el que aísla a comunidades enormes de palestinos, lo que muestra que los judíos no aprendieron nada de sus propias desgracias históricas. Recuerdo al lector que en la visita del Papa Francisco a Tierra Santa, en vez de rezar en el Muro de las Lamentaciones, como hizo Juan Pablo II, posó su cabeza en el muro israelita y oró por la paz. 

Esto, evidentemente, enojó a los racistas que manejan el Estado de Israel. Meto aquí mi cuchara: le recomiendo la lectura de “La idea de Israel. Una historia de poder y conocimiento”, de Ilan Pappé, judío de Haifa, que entrega una información soberbia sobre su propio país y el racismo desmesurado antiárabe que ahí se cultiva cotidianamente.

El autor costarricense del libro antimuros mencionó que en nuestros días la Iglesia Católica ha sido prácticamente la única en luchar con denuedo en defensa de los “sin derechos”. Criticó a las izquierdas (a las que así se autodenominan) desde los sandinistas nicaragüenses hasta los partidos mexicanos que se declaran izquierdistas y se solazan en discursos incoherentes e inútiles (esto ya fue de mi cosecha). Otra crítica, ésta planteada por un migrante hondureño, fue en la dirección de que las iglesias protestantes (pentecostales, evangélicos, metodistas, testigos de Jehová y demás) no han sido capaces de hacer nada por ellos siendo que en Honduras y Guatemala casi todos los que migran son feligreses de tales denominaciones. ¡Y se dicen cristianos!