El derecho a respirar

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El derecho a respirar

Los seres humanos podemos sobrevivir algunos días sin agua, sin alimento muchos más, sin ropa o techo también, pero sin aire sólo algunos segundos, y humanos extraordinarios podrían aguantar hasta 3 minutos; es obvio que todo ser viviente necesita del aire para vivir, pero también es evidente que el aire que respiramos los humanos se ha ido enrareciendo y tornándose en una amenaza a la vida. 

Ahora junto a la amenaza del virus, se suma la de una atmósfera cada vez más recalentada y atestada de micropartículas venenosas.

Recientemente, en una investigación realizada por la socióloga Hortensia Hernández Méndez, a fin de conocer con precisión los efectos de los contaminantes sobre la población vecina de la empresa TUPY, fabricante de componentes automotrices de hierro fundido, ubicada en lo que fueron las instalaciones de CIFUNSA, hace algunas décadas.

El año pasado, la profesionista entrevistó a 52 familias, vecinas de la empresa brasileña, interrogándolas sobre cómo les afecta la actividad de la fábrica en su vida diaria. En cuanto a la salud, refirieron que sienten irritación en la nariz y dolor de garganta; el 61 por ciento de las entrevistadas mencionó que sentía irritación en los ojos e insomnio por el mal olor; además, el 55 por ciento declaró tener tos, asma y el 49 por ciento dijo que tenía problemas en la piel, ardor, comezón e irritación. Otros malestares que declaran sentir los familiares son: fatiga, rinitis, alergia, salpullido, dolor de columna, mormazón y mareos. 

Igualmente, los vecinos manifestaron que otro efecto muy sentido es que sus hogares se ensucian del polvo negro que expide la fábrica, pisos, paredes, muebles, cortinas, las banquetas, la calle; todo esto implica un incremento importante del trabajo doméstico, ya que deben asear hasta 3 veces al día a fin de asegurar la limpieza, sobre todo si hay bebés o niños que se descalzan y se teme que las partículas metálicas penetren en sus cuerpos a través de la piel. Este es trabajo no remunerado para las mujeres, regularmente. Lo anterior eleva costos al gasto familiar, de agua, luz y medicamentos.

Además, a los autos expuestos a estas partículas de polvo negro se les cae la pintura y se oxidan en muy poco tiempo. Más del 50 por ciento de las personas entrevistadas declaran sentir algún malestar asociado a la contaminación de la empresa TUPY. 

La investigadora también solicitó información a la Secretaría del Medio Ambiente Coahuila (SEMAC) sobre la calidad del aire en las colonias La Salle y Virreyes, la cual respondió: “Se realizó un muestreo de polvos urbanos, los resultados indican que en el área de influencia de la empresa Tupy las concentraciones de cromo (Cr), Níquel (Ni), Plomo (Pb), Zinc (Zn) y Antimonio (Sb) se encuentran por encima de los promedios de la Ciudad de México, esto sólo como punto de comparación, ya que no existe norma mexicana que contenga límites máximos permisibles con respecto a estos metales”.

Hernández Méndez consultó a un médico que tiene información sobre las enfermedades del trabajo asociadas a la contaminación de empresas y vecinos de esa zona, mas tanto en las estadísticas del IMSS, ISSSTE y Secretaría de Salud no apareció registro alguno para establecer esa correlación, aunque el médico indicó que los malestares obedecen básicamente a los polvos metálicos que la planta emite y que tienen contacto con la gente que se expone a ellos cotidianamente.

La facultad de regular las emisiones fijas de contaminantes a la atmósfera es de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (PROFEPA).

La investigadora concluye que, si bien TUPY genera empleo y la industria es una característica de la modernización, también es necesario repensar este modelo de crecimiento, ya que se paga con la salud o hasta con la vida, además del deterioro del entorno natural. Por ello es de esperarse que la gerencia de la empresa tome conciencia del daño que está generando en la ciudad y a sus ciudadanos y tome pronto las medidas correctivas que provoca su contaminación.


Rosa Esther Beltrán Enríquez
HORIZONTE CIUDADANO