El derecho premial

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El derecho premial

ESMIRNA BARRERA
Qué nos cuesta reconocer a las personas que sin interés pecuniario guardan con sus crónicas las verdades más sencillas y poderosas de los pueblos de la ruralista mexicana

Reconocer a los mejores hombres y mujeres en los distintos campos de actuación es una tarea trascendente. Si bien hay personas que persiguen los reconocimientos y se autoproponen para recibirlos, hay muchas otras personas que haciendo lo que representa su pasión tienen grandes alcances, pues tocan con su generosidad a los que integran la sociedad en la que viven. A través del arte, de la cultura en todas sus expresiones o de alguna actividad en favor de la sociedad se distinguen haciendo la diferencia.

Pude volver a constatar que en cualquier sitio del territorio nacional existen seres humanos extraordinarios que hacen lo que aman sin un pago de por medio, y eso es lo más destacable. Apenas ayer la Asociación Nacional de Cronistas de Ciudades Mexicanas honró a dos cronistas excepcionales de la región. Fue reconocida la maestra María Luisa Santos Escobedo, cronista del municipio de Villaldama, Nuevo León; y el maestro J. Leon Rodriguez Zúñiga, cronista del municipio de Bustamante, Tamaulipas.

Ambos cronistas son muy respetados en su comunidad. La maestra Santos Escobedo ha escrito casi una treintena de libros sobre el lugar en el que nació y del que es cronista desde 1986. Siempre bien ataviada y de finas maneras es una dama cuyo nombre ya tiene un centro cultural.

El maestro J. León Rodriguez escribe para medios impresos columnas sobre historia y cuenta con un programa de televisión. Los homenajeados son adultos mayores orgullosos de su edad y de sus logros.

Qué nos cuesta reconocer a las personas que sin interés pecuniario guardan con sus crónicas las verdades más sencillas y poderosas de los pueblos de la ruralistas mexicana; no sólo cuentan las crónicas de las ciudades que son muy importantes sin duda, pero que no poseen el encanto de las cosas simples de los sitios en los que aún hay personas que se transportan en bicicleta; en que los duelos son colectivos cuando hay personas queridas que mueren. Sitios en donde prevalece una comunicación directa que se fortalece al mirarse de frente a los interlocutores. Las crónicas de los pueblos rurales verdaderamente transportan y embelesan.

Así que al homenajear a estas dignas personas de Nuevo León y Tamaulipas vuelve la esperanza y sé que puede ser posible el que jóvenes y no tan jóvenes abreven de los buenos ejemplos, sin necesidad de una beca o de un incentivo especial.

El único incentivo de los buenos cronistas es su amor por su pueblo y el compromiso hacia las nuevas generaciones. Sé que este tema no es el más atractivo para una columna de opinión, pero considero que es indispensable en estos tiempos de crisis civilizatoria el poner en valor a los mejores ciudadanos.