El coronavirus y la nueva normalidad; un nuevo horizonte político y social

Usted está aquí

El coronavirus y la nueva normalidad; un nuevo horizonte político y social

Estamos ante una nueva civilización tecnológica, de información digitalizada que, al igual que la civilización industrializada, impacta todas las esferas de la realidad cotidiana, de manera directa o indirecta. El proyecto neoliberal debe ser enfrentado con nuevos instrumentos de pensamiento y racionalidad para construir un nuevo mundo, de lo contrario estaremos condenados a repetir viejos errores. Necesitamos un nuevo proyecto de progreso y un nuevo paradigma de desarrollo, en donde se reste el espacio a la economía de mercado y se coloque al hombre en el centro de atención, para lo cual se requiere que actuemos con respeto, legalidad y cumplimiento a los compromisos establecidos. Es tiempo de aplicar los cambios necesarios, dejando a un lado los protocolos y las simulaciones. Si no actuamos ya, habremos fracasado como civilización; dejaremos a nuestros hijos un planeta y un sistema social en bancarrota y se verá afectada la supervivencia humana. Los cambios que se requieren son grandes, y grande es el impulso que se debe dar para iniciar el proceso de preparar a las nuevas generaciones para las decisiones que tendrán que tomar en su momento.

Nos dicen que pronto todo esto relacionado con el coronavirus terminará y que podremos volver a la normalidad. Pero, ¿cuál normalidad? ¿La de destruir violentamente los entornos naturales? ¿La de vivir entre la multitud, pero sentirnos solos, haciendo cosas por inercia y siempre cansados? ¿Esa normalidad en que los jugadores de fútbol son más importantes que un médico o un científico? ¿La de morir cada día un poco, compitiendo contra nuestros compañeros? ¿La normalidad que prioriza el beneficio de las empresas por encima de la vida de las personas? ¿La que considera natural que unos pocos tengan mucho y muchos tengan poco? ¿El aceptar como norma que millones de refugiados vivan en el limbo entre un país al que no pueden volver y otro al que no se les deja entrar? Y mucho más, con premisas similares. ¡Por supuesto que no! ¡No queremos esa normalidad!

Queremos vivir con más naturalidad, estableciendo nuevas normas, hábitos y costumbres que pongan radicalmente la vida en general en el centro. No queremos volver a la normalidad anterior que nos conducía a la explotación del entorno y a la destrucción de nosotros mismos.

Esta asociación entre el empobrecimiento social y la degradación del medio ambiente es una amenaza creciente en el mundo y en nuestro País. Sin embargo, esta situación tiene relación directa con la necesidad de elaborar y aplicar estrategias que permitan manejar tal problemática de manera integral entre: lo social, lo económico y lo ambiental, en su conjunto y no de manera sectorial y desigual, ampliándose cada vez más la brecha entre países y poblaciones de ricos y pobres.

El coronavirus tiene al mundo en estado de shock. Pero en lugar de combatir las causas estructurales de la pandemia, los Gobiernos se centran en las medidas de emergencia. Algunos grupos y políticos extremistas utilizan la crisis del coronavirus para sus propósitos. Sacuden el panal al difundir informes falsos y exigen medidas autoritarias a los Gobiernos, sin contemplar que ellos están igual de expuestos a contagiarse. Sin embargo, metafóricamente hablando, parece que los estragos del coronavirus son una venganza de la naturaleza. Es un S.O.S de ayuda de nuestra madre tierra a sus habitantes.

Quienes pregonan que debió enfrentarse al coronavirus de otra manera en México, desconocen que hemos aprendido a tomar conciencia, a bajar de las alturas del capitalismo y entender que todos somos parte de la trama de la vida. Desterrar el antropocentrismo, desde una mirada ecocéntrica, hacia el conjunto de la vida, de la que no somos más que un simple organismo. El coronavirus puede ayudarnos a vislumbrar un nuevo horizonte político y social.

Esta situación de contingencia global ha alentado a muchas personas a generar interpretaciones, indagar en las causas y a especular posibles escenarios. Nos parece que la producción y puesta en circulación de todos estos análisis, de manera casi simultánea, es también una expresión de la pandemia: pocas veces, en la historia de la humanidad, tantas personas desde distintos ámbitos, diferentes condiciones y distantes geografías se han puesto a pensar, escribir y debatir sobre el mismo fenómeno, buscando cuál será la nueva normalidad.

Las acciones personales y de los gobiernos para superar al coronavirus no sólo son un ejercicio para desarrollar la resiliencia social, sino también para reaprender los valores de cooperación, compasión, generosidad y amabilidad, y construir sistemas que institucionalicen estos valores.

Estamos viviendo el síndrome de inmunodeficiencia social, que pretende mimetizarse ante el virus de la corrupción. Y del autismo político, que es una enfermedad que no permite a muchos oír ni ver el devenir de un nuevo régimen que nos llevará a nuevos derroteros, de un México mejor para todos y no para unos cuantos. Los detractores del nuevo régimen no comprenden lo que piensa o siente el resto de las personas en México y, por lo tanto, no tienen la necesidad de comunicarse con ellas porque consideran como quimeras: al pueblo, a la raza, a la nación y a la etnicidad, que nos hacen ser el México del presente y del futuro.