El coronavirus, Donald Trump y la niña que está a punto de perder la vista
Donald Trump y Monse no se conocen y pareciera que no tienen nada en común. Sin embargo, la vida los ha conectado por un efecto mariposa. Pero no como la mariposa colorida de los vestidos de Monse, quien fue diagnosticada con Lupus hace un mes y medio. Esta conexión terrible entre las palabras de Trump y la vida de Monse se parece más a las mariposas negras que, dicen las abuelas, pronostican dolor y muerte. Mariposas, al fin.
Antes de poder entender por qué Monse puede perder la visión de ambos ojos en los próximos días y qué relación tiene todo esto con el presidente de Estados Unidos hay qué repasar algunos datos.
Hace 46 días, Monse tenía más posibilidades de morir por un feminicidio que por cualquier otra cosa. Ese día jugaba softball, su deporte favorito y de pronto sintió que el mundo se le vino abajo.No sentió sus piernas. Experimentó debilidad extrema. Brenda, su madre la llevó al seguro y le recetaron un relajante muscular. Hasta ahí, todo parecía girar normal.
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El coronavirus todavía no ganaba espacio en los periódicos. En primera plana del New York Times estaban los recortes al presupuesto del 2021 que había ordenado Donald Trump. El coronavirus todavía competía con otras notas. En México, Andrés Manuel López Obrador decía que era una bendición haber suspendido el Aeropuerto.
De los 3, ninguno estaba tan preocupado como Brenda, la mamá de Monse. Ella sospechaba que eso no era normal. A los pocos días aparecieron manchas en la cara de Monse. Una erupción roja con forma de mariposa en la nariz y sarpullido facial. El dermatólogo, Pedro Cantú, lo detectó de inmediato y le ordenó estudios. El diagnóstico: Lupus eritematoso sistémico.
El lupus es una enfermedad inflamatoria ocasionada cuando el sistema inmunológico ataca a sus propios tejidos. Es decir, el cuerpo de Monse estaba luchando contra sí mismo: una contradicción biológica con la que vivirá para siempre.
Y esa, fue la noticia de primera plana en su vida. El mundo se detuvo para ambas.
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Brenda es operaria en una maquiladora y como pudo pagó con todos sus ahorros y préstamos atención médica privada para su hija. La chica estuvo deprimida algunos días, pero poco a poco, recuperó la esperanza.
La Dra. Cecilia Ramírez, luego de evaluar su caso, les recomendó que buscaran atención en el sector público.
“Nos dijo que es una enfermedad cara y que no íbamos a poder soportar mucho tiempo. Que nos recomendaba pasarla al Seguro”. No han pasado ni dos meses de eso y el mundo es completamente distinto. Aeropuertos, planes presupuestarios, juegos de softbol, amigas, tareas y abrazos fueron opacados o clausurados por el coronavirus.
Meses antes de que todo esto empezara, en Wuhan, China a miles de kilómetros en un mercado donde ofertaban cisnes, cachorros de lobo y murciélagos “para comer aquí o para llevar”, se estaba diseminando una misteriosa enfermedad.
En esos días Monse acompañaba a su mamá a comprar los preparativos para la cena de fin de año también en un mercado, pero de Coahuila. Mientras tanto, Donald Trump, despotricaba en Twitter contra alguien, cenando quizá una Big Mac. Los primeros doctores chinos que tuvieron trato con la enfermedad informaron que era una neumonía atípica. Todo se descontroló y el resto es historia.
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El peligro de la histeria
En el presente, Monse, en su casa de Arteaga, no tiene síntomas de Coronavirus. A pesar de que la histeria colectiva nos ha vuelto presas fáciles de autodiagnosticarnos con la enfermedad, ella se siente confiada. Se toma sus medicamentos y tiene clases en línea. Su mamá trabaja jornadas largas y como todo el sector manufacturero de Coahuila, sabe que su trabajo está en vilo por las disposiciones oficiales. Que si fase 1 o que si fase 2 de la pandemia, para ella solo significan recibir o no salario. Comer o no comer.
Brenda tenía mucho miedo de cambiar a su hija al modelo público pero la necesidad económica la obligó. Y hoy por la mañana (26 de marzo) se confirmaron todos sus temores.
Fue con su hija a la Clínica no. 4, ubicada en Arteaga. La especialista reumatóloga “no consultó porque tiene miedo a contagios”, le informó la recepcionista. Tiene cita hasta el 30 de abril.
“Está bien que no consulte, pero que no se le olvide que necesitamos la receta, qué hago sin medicamento. Si no lo consigo mi hija puede perder la vista”, suelta la madre al borde del llanto. Mi corazón también se estruja a distancia.
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La angustia por el Plaquenil
La primera vez que le ordenaron el medicamento le costó 520 pesos, dos bonos de puntualidad y asistencia, dos meses de levantarse temprano e ir a la fábrica y olvidar todos sus problemas. Poder pagarlos no iba a ser un pretexto para no cuidar a su niña. Pero esta vez fue distinto. No hay. El desabasto no empezó, como en sexenios pasados, por culpa de la corrupción. Es más ni siquiera tuvo origen con Trump. Empezó en Francia.
Empezó en un ensayo clínico no aleatorio, liderado por el médico francés Philippe Gautret, publicado el 20 de marzo. Este artículo científico detalla que el estudio evaluó el papel de la hidroxicloroquina “Plaquenil” en 36 pacientes chinos que fueron beneficiados con ese tratamiento.
Entre sus conclusiones se rescata que “a pesar de su pequeño tamaño de muestra, nuestra encuesta muestra que el tratamiento con hidroxicloroquina se asocia significativamente con la reducción/desaparición de la carga viral en pacientes con COVID-19 y su efecto se ve reforzado por la azitromicina”.
El presidente de Estados Unidos promocionó, el viernes pasado la hidroxicloroquina también conocida como “Plaquenil” como un posible tratamiento para el COVID-19.
Diversas fuentes científicas aclaran que no hay evidencia suficientes para afirmar que es efectivo contra el coronavirus.
A partir de que su declaración se “viralizó” (un término que usaremos con otra perspectiva después del coronavirus), muchas personas empezaron a agotar el medicamento.
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Irma González, amiga de Brenda y activista, le ayudó a buscarlo por todas las farmacias que pudo. “Fue imposible, la cajera de Benavides nos dijo que en otra sucursal, una sola persona se llevó 10 cajas”.
Irma más tarde publicaría “Que Dios perdone a los que acapararon plaquenil”. Ella ha sufrido los estragos del cáncer y otras enfermedades crónicas en su familia y por eso se ha vuelto un apoyo para otras familias que las padecen. Por eso recorrió la ciudad con el corazón roto buscando ayuda para Brenda. No encontró.
El karma de usar un medicamento así sin necesitarlo no es cosa de religión ni casualidad. Es de ciencia. El plaquenil prolonga el intervalo QT del corazón y eso puede causar arritmias letales. Brenda se pregunta cómo hay gente que dice “voy a comprar un medicamento que no sé ni para qué es”.
Brenda tomó la iniciativa de hablar con el director del Centro de Salud de Arteaga, el doctor José Luis Pérez Estupiñan y a través de él y sus gestiones quizá mañana le puedan facilitar algunos medicamentos. Pasará a las 8 de la mañana y habrá resuelto apenas la siguiente dosis pero no sabe qué pasará después.
Un día después de la declaración de Trump, mientras Brenda iba al seguro a buscar medicamentos, protegiendo a su hija, a pesar del calor con pants, camisa de manga larga y cubrebocas... un hombre en Estados Unidos también leyó la noticia de la cura que proponía el presidente.
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Solo que él no la relacionó con el medicamento para Lupus, lo vio en su alacena. Lo señaló a su esposa y le dijo " ¿no es esta la sustancia?" No, no era. Era clorina, un compuesto químico que se usa para limpiar estanques que solo tiene parecido el nombre a la hidroxicloroquina. El hombre bebió del frasco esperando no contraer coronavirus. Falleció. Lo mató una combinación de miedo y desinformación.
Brenda no sabe qué más hacer, la vida de su hija está en riesgo. “No lo queremos gratis, pero queremos que al menos haya. No es posible que un estudio médico salve unas vidas y arruine otras”.
Brenda accedió a dar su nombre en esta entrevista porque “alguien tiene que escucharnos. Se tiene que enterar de que esto está mal. Está mal la gente que compró cajas que no necesitaba, 4 cajas, 10 cajas, que lo subieran de precio en menos de un mes y que Trump no investigar antes de hablar. No sean egoístas.”
Animal Político documentó que, a decir del doctor Omar Francisco Carrasco Ortega, jefe del departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UNAM, hasta el 23 de marzo, los resultados del Plaquenil y la Azitromicina no es suficiente para considerarlo un tratamiento efectivo.
El Plaquenil es un tratamiento efectivo para Monse. Quizá por azares de ese efecto mariposa que está terminando con su salud y su calidad de vida, alguien que lea esto pueda ayudarle. Que le diga al menos dónde conseguir su cura.