‘El Corazón es un Perro Perdido’: La desigualdad latente de una ciudad ‘inteligente’
El adentro y el afuera de la ciudad está delimitado por un monstruo de asfalto “que se come a sí mismo”, cauce de un río de metal, luces, ruido y smog cuyo rastro de muerte y sangre es prueba de la indiferencia y desinterés de los arriba por los de abajo, de una política favorece los intereses privados.
Así es planteada la carretera periférica de una urbe en “El Corazón es un Perro Perdido”, cuento con el que Alejandro Pérez Cervantes ganó la edición 31 del Concurso de Cuento y Ensayo Magdalena Mondragón hace una semana, un retrato de la realidad que vivimos, donde los discursos políticos hablan de desarrollo urbano “inteligente” pero sus acciones sostienen la desigualdad y arrastran problemas sin resolver de décadas de antigüedad.
“La idea de la distopía, contraria a la utopía, es que la vemos como un escenario futuro y yo creo que la distopía ya es real, ya es actual. Mi idea principal del texto es plantear la idea de la ciudad como un enigma”, comentó el autor en entrevista con VANGUARDIA.
“Son unos personajes que quieren entrar a la ciudad, quieren incorporarse a la noción de la ciudad y les es imposible desde lo físico”, agregó, “los personajes no tienen nombre, no tienen rostro, porque es un yo plural; yo creo que es una problemática muy generalizada, muy real. No me interesa hacer sociología desde la literatura pero creo que muchos de los abordajes de la ciudad en la literatura mexicana siempre se han visto desde el ciudadano modelo, el habitante con casa, con auto, y otro de lo que quise implementar en este texto es un relato de la ciudad contado desde la periferia”.
Este paisaje urbano, si bien plantea un bulevar periférico como una bestia infranqueable que acaba con cualquiera que ose atravesarlo, es producto de una realidad no tan distante; Pérez Cervantes, como fotógrafo y periodista, observa su entorno en todo momento y ha sido testigo de situaciones en las que queda claro que las ciudades están hechas para los autos, no para los peatones.
“Veo mujeres intentando atravesar con carreolas el periférico, ancianos tratando de subir un puente peatonal, veo una ciudad que no está pensada para los peatones, que no se puede caminar. […] quise que ese sentimiento de impotencia se filtrara en el texto; soy peatón de toda la vida y como peatón para mí la ciudad es cada vez menos transitable”, comentó.
“Esta noción de progreso, tan llevada y traída no es para todos”, añadió, “esta planificación no incluye a todos, es una falacia. Entonces es esta voz anónima, múltiple, que cuenta su intento fallido por incorporarse a la ciudad, ya ni siquiera como un trabajador o ciudadano, con una opinión o voto, sino como un ser viviente al que la ciudad rechaza”.
Para él, además, existe una intertextualidad siempre presente entre las creaciones artísticas, se referencian entre sí y están conectados con tradiciones, con actualidades, temas y demás, y con esto en mente argumenta que su cuento es una especie de actualización de “Nos han dado la tierra” de Juan Rulfo.
“Ese texto para mí simboliza el fracaso del reparto agrario, el fracaso de la Revolución, el olvido histórico en que están estos sectores de la población y creo que mi cuento es una actualización; la ciudad como una promesa no cumplida”, expresó.
Aunado a ello, integrado a la trama, el autor lleva a cabo un juego lingüístico, pues considera “que no me interesa la narrativa como un ejercicio literal, ni me interesa como una relación de hechos, creo cada vez más en la literatura como una especie de artefacto con muchas funciones y muchas capas; tiene un muchas y una de esas que me interesa mucho es la experimentación con el lenguaje”.
“Hay autores que para mí son muy importantes como José Lezama Lima, Alejo Carpentier, como el mismo Fernando del Paso, que son autores que no son muy leídos pero su valor más grande es este uso, digamos, desviado del lenguaje, y a mí no me interesaba en el texto hacer un relato tráfico, literal, sino que yo quería también que yo como autor ensayara una lírica”, continuó.
Tal interés es el conductor de la historia, la cual se cuenta con una especie de ritmo, símil de una letanía, que fortalece la atmósfera de violencia sistemática y caos vial y esa sensación de impotencia ante el desarrollo antes mencionado.
Por ello desde su estructura narrativa y lingüística, con su crítica social sutil, sin llegar a un activismo panfletario, este cuento fue premiado por la Universidad Autónoma de Coahuila y será distribuido a través de la misma.