El convivio de voces en la poesía

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El convivio de voces en la poesía

Inspiración. Una de las bases de su poemario son los cantos de la Antigua Grecia.
Con este poemario la poeta Iza Rangel se hizo acreedora del Premio de Poesía Dolores Castro 2019

Nuevamente la poesía coahuilense fue reconocida por el Premio Nacional Dolores Castro de literatura convocado por el gobierno de Aguascalientes luego de que en 2018 Marlén Curiel-Ferman con “Cantos Eléctricos” se llevara este galardón.

Ahora fueron los versos de la joven poeta Iza Rangel, quien con su poemario “Envilecidas como Hienas Miramos la Espesura del Cielo”, un texto en el que confluyen las voces de diversos autores en un experimento para hablar de las emociones, las fracturas y la poesía misma, obtuvo este, el primer premio de su trayectoria.

En entrevista con VANGUARDIA Rangel comentó que el libro “es un trabajo en el cual parto de esta idea como de un convivio de muchas voces y a partir de ellas hablar como de ciertas fracturas, actos en la vida que vienen y rompen con la linearidad pues veo nuestra vida como una línea donde viene algo y lo rompe, que a partir de los gestos se carga de otra sensibilidad”.

Señaló que una de las bases para la construcción del poemario es la de los cantos de la Antigua Grecia y que “acá lo que intento es hacer un canto como una tragedia personal. Empieza esto con la muerte de un personaje”.

Compara su trabajo con “El Tigre en la Casa” de Eduardo Lizalde, pues en un hogar, tras la muerte del padre su hija trata de reponerse de la pérdida, explorándose a sí misma con la ayuda y compañía de otra mujer.

Destaca, no obstante, el juego experimental que llevó a cabo al poner en diálogo las voces y versos de autores como Rosario Castellanos, Juilán Herbert, Javier Villarreal, además del estudio que hizo de la poesía e ideas de Cristina Rivera Garza, Anne Carson y John Keats.

“A partir de sus versos comienzo a construir los poemas y trato de que haya como que un diálogo”, comentó, “estuve estudiando la poética de Cristina Rivera Garza y Anne Carson y a John Keats que dicen que la poesía es como un mismo canto y que todo es parte de un mismo proceso. Lo que trato de hacer en el poemario es mostrar cómo todo forma parte de un solo canto”.

Explicó también que el poemario “parte en principio del estudio del ser femenino, entenderme como el ser femenino y yo trataba de hacer una metáfora entre la mujer y las hienas, cómo viven en una sociedad matriarcal y como este animal carroñero. Todo empezó por ahí, empezar a pensar en la feminidad con esta otra cara y que luego aunado al duelo trataba de abarcar más cosas, imprimirle una sensibilidad, no quedarme como en un solo rango”.

“Creo que una de las cosas que me parecen interesantes del poemario es esta concepción de la poesía. A partir de este experimento logré entender mejor cómo la poesía es a veces un lugar vacío en el cual el lector lo presencia lo llena, le da vastedad y eso también después rebota y te implica”, agregó, “es como esas pinturas en las que hay espejos y el espectador tiene que reflejarse y se ve dentro”.

Dentro de esta exploración de la feminidad las voces de autores varones pasaron a formar parte de este estudio que ella hace de la esencia de la poesía.

“Yo creo que al momento de interactuar con ellos traté de traerlos a mí y desde mi cuerpo nombrarlos. Es este gesto que cambia la fuerza o la manera en que se enuncian las palabras”, comentó.

Si bien ha publicado en dos antologías colectivas publicadas por el Instituto Municipal de Cultura de Saltillo este premio y su posterior publicación es su primer logro en solitario y al respecto concluyó que “la verdad yo creo que fue un experimento que sí me ayudó a entender muchas cosas respecto a cómo vemos y cómo entiendo yo la poesía. Sé que todavía me falta muchísimo, apenas estoy como en ese rollo de que quiero aprenderlo todo”.