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El control de las redes sociales, un dilema a resolver
El pasado 6 de enero las redes sociales de Twitter, Facebook e Instagram cancelaron la cuenta a uno de los hombres más poderosos del mundo —Donald Trump— dos días después de los hechos de violencia de sus seguidores en el Capitolio en Washington.
El comisario de la Unión Europea (UE), Thierry Breton, comparó la violencia en el Capitolio con los ataques del 11 de septiembre de 2001 que llevaron a una ofensiva global contra el terrorismo. Así como el 11 de septiembre marcó un cambio de paradigma para la seguridad global, 20 años después estamos siendo testigos de un antes y un después en el papel de las plataformas digitales, ya que el control de las redes sociales ha cambiado todo el escenario mundial.
El presidente de México criticó a las empresas de redes mencionadas por “censurar” al expresidente Trump, a pesar de que él mismo fue presumiblemente la causa de los desastres que ocurrieron en el Capitolio. También la canciller alemana, Angela Merkel, consideró “problemático” el cierre por parte de varias redes sociales de las cuentas del presidente Trump. Su portavoz, Steffen Seibert, señaló que la libre opinión es “un derecho fundamental de importancia esencial” en el que se puede intervenir, pero sólo dentro del marco definido por los órganos legisladores, “no por decisión de la dirección corporativa de plataformas en las redes sociales”.
Pero fue el propio mercado empresarial el que castigó en su bolsillo (donde más les duele) a Twitter y a Facebook, por reprimir la libertad de expresión, lo que les hizo perder en conjunto más de 33 mil millones de dólares en valor de mercado en Wall Street. Esto presagia una era de regulaciones más estricta para las redes sociales.
La bola de nieve se hizo más grande y varias empresas, con un peso específico importante en la bolsa de valores, suspendieron sus inversiones en publicidad en Facebook. Las últimas en sumarse a la campaña de boicot contra la plataforma fueron Starbucks, Levi’s y el grupo de bebidas británico Diageo; además de 150 compañías entre las que destacan algunos de los mayores anunciantes del mundo, como Verizon, Coca-Cola y Unilever. Otras marcas como el jabón Dove y la mayonesa Hellmanns anunciaron que suspendían toda su publicidad en Facebook y Twitter hasta final de año. Todo esto desató una tormenta que hizo que los títulos de las dos empresas cayeran un 8 por ciento en la Bolsa.
La incidencia de las redes sociales como elemento de participación ciudadana se hizo patente en los inicios de 2011, cuando se produjo la Primavera Árabe, una serie de movimientos de la ciudadanía promovidos a través de las redes, que condujeron a la caída de las dictaduras en Túnez y Egipto. La articulación de estos procesos participativos de alta convocatoria y gran rapidez de formación se ha producido principalmente a través de Facebook y Twitter.
Las redes sociales han logrado que los problemas locales sean temas sobre los que se hable y debata a nivel global, transmitiéndose rápidamente de forma viral entre la población de todo el mundo; especialmente entre los más jóvenes, que siempre están conectados y son muy activos.
El presidente López Obrador se ha referido a las redes de internet como “las benditas redes sociales”, mencionando que es lo mejor que le ha podido suceder en su vida, porque de esta manera ha podido transmitir sus mensajes y recibir retroalimentación de la ciudadanía en forma libre, ya sea con textos, imágenes o videos.
Estas redes han alentado a la ciudadanía para que se sienta partícipe de los acontecimientos que suceden en el País, en las ciudades o pueblos donde viven, algo que se había perdido y que se rescata con este nuevo espíritu social. Cada uno de nosotros se puede convertir en un líder de opinión, que comparte contenidos de interés y genera una inteligencia colectiva que deriva en una sociedad más activa y preocupada por sus derechos y por los derechos de quienes les rodean.
Con esta tecnología universal, los escenarios de participación social son la manera en que la sociedad realiza actualmente todas sus actividades humanas, laborales, comerciales, educativas, lúdicas y sociales, permitiendo que la presencia de los individuos se expanda sin fronteras geográficas ni temporales, cambiando totalmente anteriores paradigmas.
Sin embargo, a pesar de que las redes sociales han demostrado ser un medio poderoso para democratizar la opinión pública, en muchos casos han permitido propagar discursos de odio, y esto definitivamente debe censurarse.
Se han producido algunos avances normativos en la materia de forma aislada, antes de que se unifiquen criterios internacionales de carácter vinculante. La consabida diferencia en las distintas zonas geográficas del mundo no favorece la uniformidad y efectividad del derecho frente a las problemáticas jurídicas existentes en estos espacios. Se requiere de una regulación de carácter legislativo a nivel mundial frente a internet y las redes sociales, que en primera instancia unifique criterios y permita la adopción, a través de tratados y acuerdos, de modelos, códigos de conducta e instrumentos jurídicos que establezcan un marco de referencia para la solución de conflictos potenciales. Lo cierto es que esto es aún un dilema a resolver.