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El contrapunto

Foto: Internet.

El análisis del canon occidental de la música precisa de un enfoque bidimensional cuyos ejes son la armonía y el contrapunto. En palabras breves y despojadas de tecnicismos intentaré explicar en qué consiste el segundo de ellos.

Todos estamos llenos de melodías. Diariamente escuchamos, recordamos o tarareamos varias de ellas. Son esas esa tonadas pegadizas que podemos cantar o silbar, y que destacan entre el ir y venir de los acordes y de los acentos rítmicos. Algunas veces las melodías se presentan de manera simultánea, complementándose y conversando para dar lugar a un todo musical. ¿Cómo es posible que este discurso melódico múltiple pueda mantener una coherencia y una unidad estética? Es precisamente el contrapunto la herramienta que analiza y a la vez regula esta cualidad musical. En este terreno las melodías llevan el nombre de “voces”. 

Es muy común que en una canción popular participen dos cantantes, donde cada uno de ellos ejecuta lo que en el argot se conoce como la “primera” y la “segunda” voces. ¡Hazme una segundita, compadre! 

Los cantores no están entonando la misma melodía, pero el resultado es agradable, armónico. Pues bien, ellos no están haciendo otra cosa que ejercitando el contrapunto: dos melodías se unen para producir un resultado estético total. Pero una cosa es que el compadre nos haga una segundita y otra que cuatro o cinco amigos entonen melodías distintas y consigan una bella pieza musical. Para ello se requiere saber tejer esas melodías, es decir, conocer la técnica contrapuntística. 

La escritura musical es una especie de plano arquitectónico de un edificio de sonidos. Este código escrito facilita las cosas a la hora de componer música compleja. Imaginemos que un arquitecto carece de medio alguno para elaborar planos y debe diseñar un edificio teniendo a la imaginación como única herramienta. Después, así nada más, “platicadito”, da indicaciones a los maestros albañiles. Algo se podría hacer con ese método, pero puedo garantizar que ni el Golden Gate ni un aeropuerto ni la Torre Dubai. Solo la escritura musical y los planos arquitectónicos permiten al especialista diseñar estructuras de alta complejidad que al construirse en la realidad sean bellas y —lo más importante— que se mantengan en pie. 

A menudo se habla del contrapunto como la parte horizontal de la música, mientras que la verticalidad se reserva para la armonía. Lo cierto es que armonía y contrapunto conforman un todo. El tejido contrapuntístico cumple con una coherencia armónica y la armonía adquiere movimiento gracias al contrapunto. Aquellos que se deleitan en el pensamiento científico pueden asociar la idea de la armonía y el contrapunto con la del espacio-tiempo de Einstein. 

Podemos considerar al contrapunto como una cualidad de la música. Para muchos esta cualidad puede ser cuantificable o, cuando menos, comparable. Así como hay cabelleras más rizadas que otras, hay piezas “más contrapuntísticas que otras”. Entre la segundita del compadre y el Ricercare a 6 voces de la Ofrenda Musical de Bach, esta última es más contrapuntística. Si bien estas expresiones son muy comunes, tal vez sería más adecuado hablar de “complejidad”: tanto en el dueto con el compadre como en el Ricercare a 6 “hay” contrapunto, pero es innegable que su complejidad es mayor en la segunda pieza. 

Un placentero ejercicio al escuchar una obra de alta complejidad contrapuntística es tratar de seguir una sola de las melodías que conforman el tejido. La práctica es más o menos similar a la de ubicar todas las cosas rojas en nuestro entorno: cuando nos decidimos, de entre todos los colores “mágicamente” brota el rojo y toma el protagonismo. Un buen terreno de práctica para este discernimiento melódico lo encontraremos en el “Clave bien temperado” de Bach. En esta obra, después de cada preludio encontramos una fuga —pieza contrapuntística por antonomasia— a dos, tres y hasta cinco voces, las cuales van entrando una por una para luego trenzarse y dar lugar a un magnífico tejido. 

Tal vez ustedes ya notaron que las palabras están sobrando y que la música reclama su lugar. Escuchemos.