El contexto: Una nueva democracia

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El contexto: Una nueva democracia

¿Quién ganó el domingo pasado? A simple vista la respuesta sería PAN: 6, PAN-PRD: 3, PRI: 3. Sin embargo, permanecen una serie de preguntas que estimulan la reflexión.

Son nuevas preguntas porque los resultados no solo han sido nuevos sino sorpresivos y aplastantes. Las expectativas eran totalmente diferentes dadas las diversas encuestas que de manera unánime anunciaban un triunfo aplastante (9 a 3) del partido oficial sobre la oposición. A lo cual se puede añadir la resurrección  del mito del “PRI invencible” del siglo pasado, que se empezó a cultivar a partir de su regreso a Los Pinos y que parecía poderoso después de la aprobación de las reformas. Sin embargo, nunca consideraron que había un contexto diferente: una nueva democracia

Una vez terminado el proceso legislativo de las reformas, se derrumbó paulatinamente ese  mito de un poder que tenía los pies de barro, eran cimientos de corrupción donde se afincaba ese poder político. Los nuevos tiempos eran diferentes a los del siglo pasado: la democracia había evolucionado, el pensamiento crítico ahora aparecía diariamente en la TV, en la Radio y en la prensa; y las redes sociales fueron incontenibles, sarcásticas, innumerables voces indignadas que denunciaban la verdadera realidad de la infame corrupción multiplicada “ad infinitum” en todos  los niveles de gobierno y en los gobiernos de todos los estados. Por cada discurso político había miles de respuestas que desnudaban sus mentiras al grado que nadie cree ya en ellos ni en sus partidos.

Antes existía una cultura de la corrupción que consistía en una falsa creencia: se creía que era una parte de la idiosincrasia mexicana y que había que vivir con ella. Esta falsa creencia se fue diluyendo en la nueva democracia y poco a poco fue descubriendo que la corrupción y los corruptos eran la peor epidemia que con sus saqueos del presupuesto deterioraba la educación, las instituciones de salud, la agricultura y el progreso industrial y económico y que se asociaban con jueces venales y un poder judicial que procuraba la impunidad en lugar de la justicia.

Antes se afirmaba de manera contundente las elecciones se ganan con votos y los votos con billetes de 500 pesos ¿Será cierto eso todavía después de la experiencia del 5 de junio de 2016?

¿Este cambio democrático será un resultado meramente emocional, es decir de unos ciudadanos descontentos por un rato, a los que van a contentar con “pan y circo” (creo que va a ser con puro circo porque el pan se volvió diarreico), con becas exiguas a estudiantes y miserables limosnas a  los de la tercera edad, y con gastos descomunales en publicidad para divulgar una imagen de bienestar y buen gobierno que esconda la corrupción?

De ninguna manera. Los resultados del domingo pasado indican que el dinero ya  no compra una conciencia ciudadana que no está dispuesta a seguirse engañando. En medio de la pobreza económica que padecen, esos nueve estados son admirados en todo el País por su conciencia  tan madura que ya no les permite ser cómplices de los corruptos, ya pertenecen a la nueva democracia que está de pie y no de rodillas.