El contexto de penalizar o no

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El contexto de penalizar o no

Tiene que haber leyes y legisladores. Las estaciones, el amanecer y el ocaso están sujetos a leyes que no admiten cambios. Son leyes naturales inalterables. Pero los humanos y la sociedad nos movemos en un continuo que va de lo natural inalterable a la libertad elegible, desde los procesos físicos y biológicos regulados por leyes tan inalterables como la gravedad y el crecer, hasta los procesos psicológicos como pensar y elegir, regulados por la responsabilidad y la conciencia. Estos dos reguladores dependen de la libertad irregular del individuo y/o de la sociedad.

Legislar acerca del aborto es un proceso sumamente complejo dado que implica la ley natural y la libertad. No es legislar acerca de conductas que se deben permitir o penalizar como si fueran cirugías del apéndice, sino que son eventos que incluyen la vida y la libertad de dos personas, la conciencia y la responsabilidad de la madre, del médico y de la sociedad, de procurar la salud de una cultura de justicia y bienestar trascendente.

Una madre puede elegir abortar por su cuenta, de manera 
responsable o irresponsable según el grado de conciencia e información que posea, y puede llamar a este acto liberación, crimen o pecado para su tranquilidad o intranquilidad. Éste es un acto individual con un alto grado de gravedad que no se puede diluir o excusar fácilmente, dado que afecta la esencia de otro ser viviente. Sin embargo, es un acto que pertenece a la conciencia individual, no a la social. En el ámbito de la conciencia individual los legisladores no tienen autoridad para determinar lo que deben pensar, creer o decidir las personas. Sólo pueden legislar cuando esas conductas lesionan a otra persona.

Ese es el problema que entraña cada aborto, por más libre, consciente, responsable o irresponsable que sea. No es únicamente un acto individual, sino social. No sólo lesiona el derecho a seguir viviendo de otro ser humano, sino que justifica la conciencia social permisiva de abortar.

El penalizar o despenalizar el aborto no es solamente un asunto cuantitativo (dos personas), es un asunto social y de cultura democrática. Esta ley manda el mensaje no sólo de lo que se debe o no se debe hacer con una persona desde el inicio de su concepción, sino que educa a la sociedad, particularmente a los jóvenes, acerca de lo que se puede o no se puede hacer con la vida de un recién concebido. Genera una cultura peligrosamente permisiva o mantiene una cultura que cuida rigurosamente la justicia del otro aunque sea casi invisible. Mantiene el derecho a vivir de toda persona concebida o promueve una cultura fascista en la que los legisladores se atribuyen el poder de decidir a quiénes pueden mandar al horno crematorio porque son judíos o porque no han cumplido 12 semanas de habitar en el planeta del vientre materno.

No hay que reducir el debate acerca de la penalización del aborto a las estadísticas de la clandestinidad. Hay que situarlo en el contexto de la cultura que debemos construir para que la conciencia personal ilumine la confusión de la ley. El derecho a vivir es la raíz de la cultura de donde nace el derecho a la libertad, a la justicia, a la verdad y al bienestar de todos.