El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), al servicio de trasnacionales
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El Conacyt, al servicio de trasnacionales
Rodolfo Garza Gutiérrez
Desde la creación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en 1970, México ha sido –entre las naciones que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)– la más rezagada en cuanto al gasto en investigación y desarrollo (I+D) con sólo el 0.4 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). El País más avanzado en este sentido es Suecia, que destina 3.8 por ciento de su PIB a I+D, seguido por Finlandia (3.5), Japón (3.4) y Corea del Sur (3.1).
El presupuesto en México para ciencia, tecnología e innovación (CTI) pasaría de 91 mil millones en el 2019 a 98 mil millones de pesos para 2020, siendo la cifra más alta en la historia reciente, de acuerdo con la Unidad de Inteligencia de El Economista y con base en la estimación puntual de los Criterios Generales de Política Económica en 2020; sin embargo, equivale a sólo el 0.38 por ciento del PIB, que está muy lejos del 1 por ciento que mandata la ley y del promedio de los países de la OCDE, que es de 2.4 por ciento del PIB.
Varios académicos han denunciado, en grupo o de manera individual, que no están de acuerdo con el presupuesto asignado y con la manera en como se está llevando a cabo la planeación del Conacyt. Algunos de los ataques hacia la nueva directora, la Dra. María Elena Álvarez-Buylla, han sido injustos y despiadados, difundiendo noticias falsas y manipulando información con el fin de generar la impresión de que la 4T estaría en contra de la investigación científica.
La nueva directora general del Conacyt ha rechazado y aclarado las mencionadas denuncias, informando que solamente durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se transfirieron entre 35 y 65 mil millones de pesos a empresas privadas para sus proyectos de “investigación”, y nunca hubo ningún tipo de protesta o cuestionamiento por parte de los académicos de que el Conacyt financiaba a empresas nacionales e internacionales.
Uno de los programas estrella que se utilizó para este fin fue el de Estímulos a la Innovación (PEI), por medio del cual se canalizaron recursos a más de 500 empresas durante los últimos dos sexenios, entre las cuales se incluyen varias corporaciones transnacionales. Algunos de los financiamientos más grandes fueron (en millones de pesos) para las empresas: Continental $651 mdp, Intel 202 mdp, Volkswagen 168 mdp, Katcon 147 mdp, Honeywell 143 mdp, Huf 71 mdp, PepsiCo 57 mdp, IBM 54 mdp, Conagra 50 mdp, Barcel/Bimbo 42 mdp, Gamesa 42 mdp, Ford 40 mdp, Kimberly Clark 39 mdp, Agromod 31 mdp, Bayer 21 mdp, Monsanto 20 mdp, Nissan $20 mdp, Agroindustrias Unidas de México 15 mdp, Minera México 12 mdp, General Motors 9 mdp, Bachoco/Minsa 9 mdp, Sabritas 5 mdp; y Boehringer Ingelheim, Dow Chemical, Merck, Novartis, Samsung y Sanofi con menos de 5 millones de pesos cada una.
La intensa guerra sucia en contra de la doctora Álvarez-Buylla responde al hecho de que pretende una transformación de raíz en el Conacyt, que acabaría con el huachicoleo de los recursos para la investigación científica. Se busca recuperar la rectoría del Estado en general, y del Conacyt en particular, con respecto a la política nacional de ciencia y tecnología. También se busca fortalecer las investigaciones dirigidas hacia la resolución de los grandes problemas de la Nación, dando una prioridad a la participación de la sociedad civil por encima de los intereses privados y fortalecer la soberanía nacional y la innovación tecnológica nacional.
A nivel mundial, el desarrollo de la ciencia está estrechamente ligado con las empresas, y su contribución se mide a través del Gasto en Investigación Científica y Desarrollo Experimental (GIDE), el cual siempre ha sido bajo para México. Por ejemplo, en el 2015 fue de 21 por ciento, mientras que la inversión gubernamental fue de 71 por ciento. Esto es opuesto a las tendencias internacionales e impide el crecimiento económico del País.
El País ha vivido con una clase corporativa empoderada desde el gobierno, donde su divisa es ganar-ganar y ello explica su nula cultura filantrópica en comparación con lo que sucede en otros países, donde la labor social es parte del proyecto empresarial. Tampoco se encuentra en su horizonte el invertir en ciencia y tecnología. En el caso mexicano, utilizan su escaso apoyo social para disfrazar ganancias abrumadoras. Un ejemplo es el Teletón, que representa un enorme negocio para Televisa
Por todo esto, es fundamental que el Conacyt elimine ese programa de Estímulos a la Innovación (PEI) y se replantee, en su lugar, apoyar acciones e investigaciones, que sean necesarias y de beneficio para la mayoría de la población del País.
Debemos de voltear a ver cómo le han hecho otros países, como Corea del Sur, Singapur e Indonesia, que le han apostado al desarrollo científico y la innovación como propulsor del desarrollo económico.
Los cambios no siempre son fáciles, y los cambios profundos suelen generar grandes resistencias, pero cuando se presenta la oportunidad histórica para la transformación habría que aprovecharla al máximo. México tiene que retirarse del servilismo científico, dejando de apoyar a las grandes trasnacionales, para poder ser independientes.
(P.D. Hice mi doctorado en Israel, becado por el Conacyt y fui integrante del Consejo de Evaluación de Proyectos durante 12 años).