El congreso feminista [+m–h]
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El congreso feminista [+m–h]
El pasado lunes 1 de enero, se instaló en Saltillo, capital de Coahuila de Zaragoza, el primer congreso de mayoría femenina en México. Este primer congreso feminista es un acontecimiento importante para nuestra historia constitucional. Para un régimen local, tuvieron que pasar 61 legislaturas coahuilenses para conformar una adecuada representación política de mujeres. Para los más de 200 años de vida independiente, la paridad legislativa a nivel nacional no se logra aún garantizar.
Hoy 14 diputadas y 11 diputados integran la primera legislatura del País que expresa una voluntad general de más mujeres, menos hombres [+m-h]. No es un hecho irrelevante. Es un punto de partida en la lucha del sufragio femenino.
La discriminación de las mujeres que ha dominado la vida política del País tiene un nuevo escenario por la regla de paridad (2014): los partidos, en efecto, tienen la obligación de postular para todos los cargos legislativos una proporción paritaria de hombres y mujeres.
Este deseo constitucional (tener más legisladoras), hoy es una realidad.
Esta garantía de paridad, principalmente, ha permitido que las mujeres ganen mayores espacios de poder, no obstante las dudas, reticencias y simulaciones de la clase dirigente.
Estas “medidas apropiadas” (que exigen los tratados internacionales que ha suscrito México para erradicar la discriminación política de la mujer), han sido relevantes para modificar los resultados. En 2011, por ejemplo, la representación femenina en las legislaturas locales era del 22.4 por ciento. En el 2017 fue del 41.70 por ciento. En el 2018, Coahuila marca una nueva referencia de paridad que, conforme a la doctrina judicial, constituye un “piso mínimo” para garantizar mayor participación política de las mujeres.
No es casual. Coahuila ha sido fuente de legislaciones y precedentes relevantes que han marcado la diferencia a nivel nacional. En 2002 abrimos el debate constitucional de las cuotas al obligar a los partidos a la fórmula 60/40.
En el 2014, el Congreso de Coahuila, por su diseño legal, alcanzó por primera vez la paridad (12 mujeres, 13 hombres). En el 2017, un nuevo criterio en la conformación de las listas de paridad en los ayuntamientos que se confirmó por el máximo tribunal electoral en la integración del Congreso dio lugar a esta nueva mayoría femenina.
Coahuila, por tanto, ha sido fuente de este nuevo contexto de igualdad. La configuración del principio profémina, que permite optar por una maximización de los derechos políticos de las mujeres para revertir el contexto de desigualdad histórica, es un producto de denominación de origen coahuilense.
Pero más allá de esta narrativa, ¿qué significa un congreso feminista? Hay tres lecturas interesantes, a mi juicio.
La primera. ¿Esta tendencia electoral puede reproducirse en otro tipo de cargos públicos que son fundamentales para la toma de las decisiones públicas? Coahuila debería comenzar a pensar en las buenas prácticas profémina que van desde la representación paritaria en los altos cargos de los poderes públicos, como en la participación de otros espacios que son claves de transformación social: docentes, puestos directivos, liderazgos femeninos, entre otros.
La segunda lectura consiste en la agenda profémina. La perspectiva de las mujeres hoy es no sólo justa, sino necesaria en un mundo complejo que requiere cambios de paradigma. Leer la libertad, igualdad o fraternidad desde los ojos y el sentido de las mujeres, generará una mejor y diferente deliberación para la solución de los problemas actuales. Coahuila debería retomar una agenda más clara.
Finalmente, un congreso feminista significa un plan de inicio para el cambio cultural. La mujer en el espacio público debe ir replicándose y consolidándose en todos los ámbitos para erradicar la discriminación. En la medida en que la representación femenina sea un ejemplo de hacer mejor las cosas, la estructura social exigirá, por utilidad y no sólo por justicia, la nueva redefinición social que se requiere entre hombres y mujeres en una sociedad democrática.
En el Siglo 21, las mujeres deben participar de manera plena en la deliberación de la voluntad general: compartir sus instintos, sentimientos y razones para transitar un camino que logre una concepción más libre, igualitaria y fraterna de la vida en común.
El autor es director general de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH