El comentario de Juan Antonio Pellicer
Usted está aquí
El comentario de Juan Antonio Pellicer
Siete años después del Análisis del Quijote, publicado por la Real Academia Española y preparado por Vicente de los Ríos, vio la luz en Madrid en 1787 una nueva edición de la gran novela de Cervantes con otra biografía suya y un interesante aunque breve estudio preliminar, de apenas 54 páginas, documentos ambos de la autoría del bibliotecario del rey y académico Juan Antonio Pellicer. Vale la pena hacer referencia aquí a ese comentario.
En la dedicatoria, ridículamente adulatoria, que hace de la edición al poderoso primer ministro de Estado de la monarquía española Manuel Godoy, personaje negativo por muchos conceptos, al que llama “príncipe de paz”, Pellicer dice de El Quijote –en lo cual tiene razón- que lo consideran “todas las naciones cultas como una obra original, amena, elegante, instructiva, de invención maravillosa, maestra del buen gusto y materia de honesto y perpetuo pasatiempo”.
Con cierto aire pretencioso y fanfarrón, Pellicer hace referencia a las no pocas erratas e inconsistencias de redacción que se advierten en las ediciones de El Quijote, aún en las publicadas en vida de Cervantes. Da a entender que ya han sido corregidas por él, por Pellicer, lo cual le permite “afirmar que de cuantas impresiones se han publicado (hasta entonces) dentro y fuera del reino, incluidas las tres primeras u originales, la más correcta es la presente y su texto el más genuino y verdadero”. Ahí nomás.
Aunque aclara, por lo que hace a la ortografía, que “se ha seguido por lo común la de uso corriente, sin tener consideración a la que se usaba (más de 180 años atrás) en tiempo de Cervantes, conservando sólo ciertas palabras según entonces se escribían algunas voces, como: escuro, intricado, recebir, mesmo. Ni aún –razona Pellicer- cuando se conservaran los originales del autor (que es un hecho que se perdieron para siempre), convendría acaso seguir en la imprenta su ortografía”. Es decir, hasta en este punto el presuntuoso Pellicer le pretende corregir la plana a Cervantes.
La edición, además de corregida, está desde luego anotada por el propio Pellicer, quien adelanta que “Son en efecto las (notas) que ilustran esta edición muchas y de diversas clases. Unas son históricas, otras literarias, otras morales y otras tal vez gramaticales y críticas. Con ellas –escribe- se confirman y aclaran algunos sucesos verdaderos que se refieren a esta ingeniosa novela”.
A pesar de su obviedad, le dice al lector que está en libertad de leer o no sus notas, pues éstas “sólo se escriben para los que necesitan de su auxilio para entenderla (novela) mejor; pero si alguno dijese que es cosa ridícula un Quijote con comento, digo que cosa más ridícula es leerle y no entenderle”
Por cierto, aprovecha el punto Pellicer para hacer referencia marginal al gran estudioso inglés de El Quijote, Juan Bowle, contemporáneo suyo, quien sin haber visitado jamás España llevó a cabo, y en castellano, un colosal trabajo de anotación de la genial novela cervantina, que sin embargo no tradujo. En artículo posterior haré un comentario sobre la ameritada labor cervantista de Bowle.
En su estudio toca Pellicer otros temas. Como el siempre interesante relacionado con la finalidad que se propuso Cervantes al escribir su genial novela. (22)