El Colegio Inglés de Saltillo; sus inicios en 1886

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El Colegio Inglés de Saltillo; sus inicios en 1886

Del recuerdo. Alumnas del Colegio Inglés, después de 1922 conocido como Colegio Roberts, posan el día de su graduación como docentes, en el viejo edificio ubicado en la calle de Victoria. ESPECIAL
Relatos y retratos de Saltillo

Después de la llegada de misioneros bautistas a la ciudad, en la década de los años 80 del siglo 19, siguieron los metodistas quienes arribaron con la intención de abrir y operar una escuela primaria y una escuela normal. Una vez conseguido el objetivo, lo nombraron Colegio Inglés. Al frente de esta misión educativa estaba la señorita Lelia Roberts, quien previamente había trabajado en el seminario de la Iglesia Metodista en Laredo, Texas.

El trabajo de la misión comenzó en 1884, con el establecimiento de un templo. El reverendo J. F. Corbin y su esposa fueron los primeros misioneros en llegar a Saltillo, la agrupación religiosa inició con 86 miembros, un número bajo en comparación con otras iglesias establecidas en otras partes de la República.

En 1886 nació el Colegio Inglés, fundado bajo los auspicios de los Capullos de Rosa, Rosebuds,  congregación religiosa con sede en el estado de Virginia en los Estados Unidos. Un año más tarde la Junta de Mujeres de Misiones Extranjeras, gremio dependiente del templo metodista, tomó las riendas del colegio. La encargada de dirigir los destinos fue Lelia Roberts, quien estuvo al frente del colegio por más de 35 años. Roberts, originaria del estado de Alabama, nació en 1861.

El primer edificio donde se situó el colegio estaba en la calle de Victoria, al lado donde se encuentra hoy el Templo Metodista El Mesías. La vieja casona contaba dos plantas, hecha de adobe, las ventanas no tenían vidrios, los gruesos postigos de madera bloqueaban la luz necesaria en tiempo de los fríos inviernos saltillenses. La propia Lelia Roberts compró la vetusta casa a manera de poder albergar a las estudiantes y ponerla en condiciones para la impartición de clases.

La férrea voluntad y tenacidad de Lelia Roberts con la ayuda económica de un miembro de la Iglesia Metodista de apellido Grimes, lograron que el edificio fuese remodelado. Después de los trabajos el inmueble fue valuado en 15 mil dólares de aquellos años. Se habilitó con 30 salones, 5 patios y el frente del edificio lucía una atractiva fachada de ladrillo.

Algunos libros de la Iglesia Metodista que hablan sobre el trabajo de las misioneras fuera de Estados Unidos, describen la labor de Roberts: “Lelia Roberts posee una maravillosa fuerza para trabajar y para hacer el bien, sola y sin ayuda hizo maravillas al remodelar el edificio de la escuela de Saltillo, dándole toques de buen gusto”. El colegio  permaneció en ese lugar hasta el año de 1922.

En un periodo de 6 años, la escuela tuvo un crecimiento de 274 a 345 estudiantes. Se impartían clases en todos los grados de Primaria, los cuales iban de acuerdo con los programas de educación que dictaba el Estado. También se tenía en operación una escuela Normal, formadora de jóvenes aspirantes a docentes y después de su preparación ingresaban al plantel como maestras.

La gran labor educativa desarrollada por Lelia Roberts, hizo que el Colegio Inglés fuera referente de muy buena escuela en la ciudad. Cuando se le inquiría a Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila sobre la calidad de la educación en el Estado, recomendaba ampliamente al colegio como uno de los mejores lugares para la enseñanza. El Gobierno Estatal subvencionaba con 100 dólares mensuales para su funcionamiento. El Colegio no cerró sus puertas durante los difíciles tiempos de la Revolución Mexicana, la Escuela Normal del Colegio Inglés fue el único plantel protestante en participar en el Congreso de Maestros en 1912. 

La construcción de un nuevo edificio en el año 1922, en la esquina de las calles de Cuauhtémoc y Francisco I. Madero, trajo consigo el cambio de nombre de Colegio Inglés a Colegio Roberts, en honor a Lelia Roberts, quien dedicó su vida a la educación y a la formación de mujeres; murió el 16 de junio de 1950 en Bonham, Fannin, Texas.

La ciudad sigue en deuda con esta extraordinaria mujer, recordarla al nombrar una calle con su nombre sería lo mínimo como pago de gratitud.