El camino de Alex Padilla

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El camino de Alex Padilla

El plan de Padilla les daría tranquilidad para trabajar en paz y con seguridad. Y, para el gobierno de México, es una oportunidad.

El presidente López Obrador ha puesto sobre la mesa dos ideas importantes para la agenda migratoria regional: un nuevo programa de visas temporales en Estados Unidos y un esquema de colaboración para el desarrollo del triángulo norte de Centroamérica. Los dos son proyectos loables que atienden la necesidad de una migración ordenada hacia Estados Unidos y la crisis en el triángulo norte centroamericano. A diferencia de lo que sucedió con Trump, que se dedicó por años a sabotear cualquier inversión proactiva y sistemática en esa zona de Centroamérica, es muy probable que López Obrador encuentre en Joe Biden un socio activo para la inversión en Guatemala, El Salvador y Honduras. A Biden le ha interesado la región desde hace años y en campaña propuso dedicar 4 mil millones de dólares a su desarrollo.

El programa de visas temporales será más complicado, pero el gobierno de México no debe desilusionarse. Si de verdad quiere impulsar un proyecto legislativo que haga la diferencia en la vida de millones de paisanos que trabajan arduamente en Estados Unidos, enviando miles de millones de dólares en remesas a México, la respuesta la tiene el senador Alex Padilla.

Tras la elección de Kamala Harris como vicepresidenta de Estados Unidos, el gobernador de California Gavin Newsom eligió a Padilla como senador. La decisión fue un parteaguas: por increíble que parezca, California, que es 40 por ciento hispano, nunca había tenido un Senador federal latino. Padilla tiene una historia personal interesante. No solo es de origen hispano. Sus padres fueron inmigrantes, ambos mexicanos. Los dos trabajaron toda la vida como lo que en tiempos de pandemia se ha llamado “empleos esenciales”. El padre de Padilla, por ejemplo, pasó décadas trabajando en distintas cocinas en restaurantes de California. Su hijo es hoy senador, un brinco extraordinario en solo una generación (y emblemático de la lucha migrante, que está llena de historias de impresionante superación).

Hace unos días, Padilla decidió honrar el legado de sus padres con una iniciativa de ley que, de conseguir su aprobación, sería histórica. El proyecto de Padilla otorgaría un camino a la ciudadanía a más de cinco millones de trabajadores esenciales indocumentados. En su mayoría, quizá no sobra decirlo, se trata de hispanos y específicamente mexicanos. Estos trabajadores esenciales son, desde cualquier punto de vista, la columna vertebral de la economía de Estados Unidos. Tanto así que, en la crisis de la pandemia, el gobierno estadounidense los designó formalmente como “esenciales” para garantizar que pudieran seguir laborando en los campos, el cuidado de los enfermos, el procesamiento de carne, el empaquetado de alimentos y un largo etcétera. Por desgracia, en un acto de enorme injusticia, el gobierno se negó a otorgarles apoyos económicos, esto a pesar de que los indocumentados sostienen la economía con su trabajo y contribuyen miles de millones de dólares en impuestos todos los años.

El plan de Padilla les daría tranquilidad para trabajar en paz y con seguridad. Y, para el gobierno de México, es una oportunidad. Andrés Manuel López Obrador siempre ha exaltado la valentía de los migrantes mexicanos. Ha dicho que comprende su lucha diaria. En lo personal, creo que esto es verdad. López Obrador es de los pocos políticos mexicanos que ha visitado a la comunidad migrante mexicana, entablando un diálogo que, al menos en su tiempo, fue constante (por desgracia, desde que llegó a la presidencia no se ha reunido con ellos). El presidente seguramente sabe que no hay sector más esforzado que el de los migrantes indocumentados que se dedican a estas labores esenciales. La ciudadanía estadounidense le abriría a una enorme comunidad posibilidades de estudio, trabajo y progreso.

Por todo esto, el gobierno mexicano debería enfocar sus baterías en respaldar la iniciativa de Alex Padilla, que ha presentado con el congresista Joaquín Castro y la senadora Elizabeth Warren. Si de lo que se trata es de mejorar la vida de millones de mexicanos en Estados Unidos, de ayudarles a encontrar una vida más segura y mejor, el camino de Padilla es el correcto.