El Bronco chichimeca

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El Bronco chichimeca

¿Sabían que a Nuevo León nadie lo conquistó?

Según la Historia de México, los aztecas fueron conquistados, al igual que a los mexicas, los tlaxcaltecas, los olmecas, toltecas, etc. Pero a los mayas y a los chichimecas del norte de México, no, nadie los pudo conquistar.

En la época prehispánica, cuando no había división geográfica de países o estados confederados de una república, la región conocida como Aridoamérica, que estaba compuesta desde el norte de Aguascalientes y Zacatecas, así como el norte de Hidalgo y Querétaro, hasta las Baja y Alta California y el sur de Estados Unidos, era habitada por grupos cazadores semi-nómadas conocidos como chichimecas.

Estos a su vez se sub dividían en grupos como los amapoalas, bozalos o negritos, cuanaales,  gualagüises, gualeguas, coahuiltecos, borrados, pintos y rayados, entre otros.

A la llegada de los españoles en la zona centro-norte de México, por 1531 (recordemos que Hernán Cortés llegó en 1519 por Veracruz), al ver que eran grupos bravíos, de temple fuerte y de carácter indómito, y quienes no les permitirían concentrarse en extraer minerales como oro y plata de la región, los extranjeros se enfrentaron con estos.

Con ayuda de los tlaxcaltecas -quienes desde la llegada de Cortés se habían puesto a sus órdenes para terminar con los aztecas y con los impuestos que los tenía hartos de aquel imperio- los españoles intentaron dominar a los chichimecas por el rumbo de lo que hoy es Zacatecas, Durango y Aguascalientes, y se desarrolló la confrontación que duraría más de 40 años: la Guerra Chichimeca.

Los tratados de paz con los grupos de la región llegaron hasta 1590, gracias a Miguel Caldera, que  era hijo de un español y una indígena guachichil, y quien además se oponía a la esclavización de los chichimecas.

Se trataba de una estrategia de paz, no de dominio o imposición, afirmaba convencido el inteligente militar y político mestizo, quien desde luego no sólo obtuvo la pacificación de los chichimecas en lo que hoy es Nuevo México, San Luis Potosí y Texas, sino que murió con gran abundancia de bienes...

La pacificación intentó sostenerse en la región nor-noreste del país por varios siglos, pero aunque pudieron controlar a algunos, no pudieron con todos.

Estos grupos étnicos “bárbaros” y “salvajes” según versiones de algunos escritos de la época, no permitían que nadie viniera a imponer costumbres extrañas a la suya.

Los españoles se sentían los dueños de la tierra, los chichimecas, también.

Con el paso de los años vieron que era mejor negociar con vestimenta (armas no, ¡imagínese!, aunque algunos indios sí estaban armados…), alimentos y herramientas para construir sus chozas, en vez de seguir confrontándose con éstos.

Aun en el siglo XIX, en pleno México Independiente, los gobernantes de Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Durango, San Luis Potosí y Zacatecas, propusieron una ley de exterminio denominada “Plan para la defensa de los estados invadidos por los bárbaros propuesto por la Junta de Representantes creada por la Ley del 24 de abril de 1848”.

Dicha Ley decía:

“Se ordena a todos los habitantes de la región, que si ven a cualquier indígena o chichimeca se le de inmediata muerte”, palabras más palabras menos, así ordenaba la ley que intentó terminar con grupos étnicos como los tarahumaras, kikapús, apaches y chichimecas, quienes finalmente, no se rindieron jamás.

Negociaron con algunos, sí, a otros los esclavizaron dando con esto origen a la Revolución Mexicana; a cientos (o miles si contamos varios siglos) los mataron; pero otros, a algunos cuantos grupos étnicos del norte del país, nunca pudieron someterlos.

A los españoles y políticos, principalmente del siglo XIX y XX en México, no les quedó otra que aprender a vivir con ellos, los ‘insurrectos’, y algunas etnias permanecen inclusive, sin la interferencia de la política del país.

En conclusión, y hablando específicamente de Nuevo León, la historia nos muestra una herencia de grupos indígenas que nunca fueron sometidos ni conquistados, sino involucrados en una civilización que había llegado para quedarse.

En pleno siglo XXI, Nuevo León es gobernado por un personaje Bronco, pero decir que El Bronco es un chichimeca, sería halagarlo profundamente, porque estos pueblos defendieron lo suyo, lo que vinieron a arrebatarles y no lo hicieron pacíficamente. Fueron bravos y salvajes hasta el final, pero sus ideales de preservarse y su sentido nato de defenderse de los extranjeros lo conservaron hasta el final.

Hoy no se puede ejercer la política de esta manera, como en el siglo XVI ó XIX, pero podría entenderse el carácter irracional e impositivo de alguien que tuvo como escuela a Alfonso Martínez Domínguez.

A un año de gobierno, un hombre que tiene por decálogo estas diez frases:

1.- “A las niñas gordas nadie las quiere”, ‘perdón, corrijo’: “Me referí a las niñas embarazadas”…
2.- “Quítate a la chingada”, a una mujer.
3.- “Piensa lo que quieras”, a los reporteros.
4.- “Me di cuenta de que los gordos son los más chingones del mundo… no hay ningún flaco chingón, ni flaca”.
5.- “Si ven un bache, ¡no sean gachos, tápenlo!”.
6.- “Ni mi mujer me manda. Ni influye en mis decisiones”.
7.- “Yo vencí a Los Zetas utilizando Facebook”.
8.- “Yo gobierno desde el celular”.
9.- Las críticas por el error de comprar cobijas más caras, “son mala leche”.
10.- La mamá que no da a luz con una cesárea “es mejor mamá, más mamá”.

El hombre que tiene un hermano que anda armado, que tiene a un gánster como Procurador del Estado ¡y fichado además!, a personas en el gobierno con un pasado cuestionable, sería halagador llamarlo chichimeca.

El heredero de la política impositiva martinezdominguista cumple un año como gobernador.

Y quiere ser Presidente de México.

El único reconocimiento que pudiera hacerle sería el de haber quitado al PRI y al PAN del poder, pero viniendo de una historia como priista por más de 30 años y de señalamientos de posesión ilegal de terrenos cuando trabajaba en Obras Públicas en el gobierno de Natividad González Parás, no me quedó ningún mérito por reconocerle.

Nuevo León y México merecen un mejor estado, un mejor país, tiene raíces de tribus que se supieron defender.

Habrá que desenterrarlas, hace falta.