El bien como constante
Usted está aquí
El bien como constante
La moral está referida al valor. Cuando tenemos que elegir entre dos o más posibilidades, el motivo de nuestra elección no puede ser un acto de la autoridad del individuo.
Entre la reducción a los principios y la referencia a los individuos está el camino intermedio del valor.
Captar los valores es convertirse en un juez supremo que decide sobre lo que hay que hacer o no, sus dictados nos conducen a la construcción del destino moral de cada uno.
El objeto de la ética es averiguar qué es lo bueno, qué acciones son las buenas. La ética quiere saber qué es el bien, es decir, lo que debe ser, aunque no sea; lo que no debe ser, aunque sea.
La ética no puede inventar escenarios ni construir racionalmente el bien, ha de limitarse a describirlo, a fomentarlo.
Por eso el bien no es una cosa, no es un ser, sino una calidad que hallamos en lo que debe ser de cierta manera, que trae consigo la fuerza de la aprobación. El mal es una calidad de aquello que nos fuerza a la desaprobación. Los conceptos de bueno y malo se aproximan a los de los valores.
Ortega y Gasset afirma que la bondad de un acto no depende de su carácter acomodaticio, y que no es una receta dogmática adoptada de una vez para siempre, sino que “sólo nos parece moral un ánimo que antes de cada nueva acción trata de renovar el contacto inmediato con el valor de la persona”. Ortega entiende la moral como un sistema de valoraciones, siendo las normas que el sujeto se da, la expresión de ese sistema del deber ser.
Una vida humana no es un conjunto de acontecimientos, de cosas que pasan, sino que constituye un drama, porque toda vida tiene un argumento.
Una vida humana se compone exclusivamente de acontecimientos internos a ella. Los hechos biográficos no son cosas que pasan, sino cosas-que-pasan-a-alguien. Una vida es lo que es para quien la vive y no para quien, desde fuera de ella, la contempla.
A la piedra y al animal le es dado ya hecho su ser, el hombre es lo que él se hace. Cada uno tiene que construir su vida. En cada instante decidimos lo que vamos a ser en el siguiente.
El hombre se encuentra cada instante rodeado de múltiples posibilidades, y las sucesivas elecciones nos van permitiendo construir nuestra vida; quienes somos lo decidimos a lo largo de nuestra propia existencia. Vivir es ocuparse en una de las múltiples posibilidades de ser que tenemos. Lejos estaremos de cumplir con nuestro cometido de vivir en armonía, si lo desaprovechamos con las desviaciones de nuestros vicios, de nuestros sarcasmos, de nuestros comportamientos. De ahí que la enseñanza cívica sea igual de trascedente en estos tiempos, como lo fue en la época de la antigua Grecia o más aún en la Edad Media.
Volviendo a Ortega y Gasset, refiere: “Entonces se advierte que la moral no es una performance suplementaria y lujosa que el hombre añade a su ser para obtener un premio, sino que es el ser mismo del hombre cuando está en su propio quicio y vital eficacia. Un hombre desmoralizado es simplemente un hombre que no está en posesión de sí mismo, que está fuera de su radical autenticidad, y por ello no vive su vida, y por ello no crea, ni fecunda, ni hinche su destino”.
Hoy es el momento de educar en los valores en todas las instancias y rincones, para vivir, para ser y para recuperar los terrenos del bien perdido.