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El baile de los 41; Mitos y realidades del escándalo del siglo XX
Tal vez ya no sea usanza, los tiempos se han encargado de ello, pero hasta hace unos 50 años a los hombres también les preocupaba que no supieran su edad o, al menos, que no supieran que habían llegado a los 41.
En aquel momento esta curiosa tradición relacionaba el número 41 con la homosexualidad y, por supuesto, ningún hombre quería sentirse “menos macho”. La razón de esta creencia popular tiene su origen décadas atrás, en un baile mítico que acabó en una redada, evento que ahora regresa de la mano de una película basada en esta historia.
El filme “El baile de los 41” de David Pablos parte, como lo ha mencionado en entrevistas, de una falta de documentación histórica al respecto, al grado de que incluso los investigadores a los que llegaron a consultar poco pudieron aportar, por lo que su visión, que se estrena este jueves 19 de noviembre en México, se basa más en mito que en realidad pero fiel a una visión de reivindicar lo que en su momento fue satanizado.
Con esto en mente en VMÁS decidimos hacer nuestra propia consulta y platicamos con el historiador saltillense Carlos Recio, quien nos ofreció datos sobre el contexto en que sucedió este baile —1901, durante el Porfiriato— para tratar de separar un poco más el mito de la realidad.
Una sociedad conservadora
Porfirio Diaz era un macho; la Revolución Mexicana, se dice, fue llevada a cabo por machos; México era de sus machos… y sus mujeres. A principios del siglo XX la sociedad mexicana tenía muy arraigada la cultura del macho —y no comenzó a cambiar hasta los 70’s y 80’s— al grado de que los registros más cercanos al hecho que se conservan, las notas periodísticas, reflejan esta postura.
“… se censura la conducta de dichos individuos. No damos a nuestros lectores más detalles por ser en sumo grado asquerosos”, se publicó en un diario de la época, con una línea similar en otras publicaciones, incluso el propio José Guadalupe Posada abordó el acontecimiento de manera parecida desde sus caricaturas.
“La sociedad de la época de Porfiriato vivía lo que en Francia se conoció como la Bella Época”, nos contó el historiador, “empezó a haber un esplendor a nivel social en términos de moda, de bailes, de viajes, es cuando se inventa el turismo, empieza la fotografía amateur y el contexto es muy floreciente, es una época muy alegre que se interrumpe abruptamente con la Revolución Mexicana en 1910 y en Europa con la Primera Guerra Mundial”.
“En ese contexto de relajamiento social, digamos, era muy común que se hicieran las famosas tertulias o fiestas, que ya existían desde la época de Manuel Acuña, pero aquí hay una idea de una cierta liberación, un poco más exagerada”, agregó.
Recio mencionó que esta anécdota la conocemos principalmente gracias al grabado de Posada, pues el analfabetismo imperante de la época hacía de lo visual y el voz en voz las formas idóneas para la propagación de las noticias.
El yerno incómodo
Interpretado por Alfonso Herrera en la película, Ignacio de la Torre y Mier fue el yerno del presidente Diaz, esposo de su hija, Amada, y uno de los 41 apresados esa noche de noviembre de 1901.
Carlos Monsiváis escribió en una crónica al respecto para Letras Libres que aunque los reportes de prensa apuntaban a 42 detenidos el número bajó a 41 días después; se trataba, aseguró, del “yerno incómodo” del dictador, aunque Recio asegura que no hay registros oficiales que sustenten que estuvo presente, aunque los rumores sobre su orientación pululan, al grado de emparejarlo con Emiliano Zapata —de quien, se dice, era bisexual—.
En el sentido de la supuesta censura que buscó el gobierno al respecto de la nota, el historiador también apunta que no hay indicios de que esto haya sucedido, y, por el contrario, se le dio bastante cobertura, en particular desde la prensa amarillista.
Adinerados y extravagantes
Un dato que siempre quedó claro fue que los participantes de la tertulia eran todos miembros de la clase alta. Algunas notas incluso se aprovecharon para criticar los vicios de los ricos, pero en este mismo sentido le preguntamos a Recio si no existiría la posibilidad de que “el baile de los 41” fuera no una expresión privada de una sexualidad reprimida en público, sino otro más de los excesos de la clase privilegiada.
“Existe la posibilidad de que haya sido un carnaval, como aquí en Saltillo existían los desfiles chuscos, o en la Edad Media la danza de los locos, donde todo mundo se travestía”, comentó y agregó que sería interesante investigar si realmente los que se vistieron de mujer —los registros apuntan a que solo doce de los asistentes estaban travestidos— lo hicieron porque esa era su expresión de género o por mera diversión.
Sin embargo, dado que otros datos apuntan a que algunos detenidos fueron enviados a prisión a Quintana Roo —bajo el argumento de haber cometido faltas a la moral, a pesar de que no había una legislación que directamente penalizara la homosexualidad o el travestismo— se podría aseverar que en efecto fue una expresión de la sexualidad de un grupo de personas.
El retorno del mito
El historiador explicó también que las tradiciones orales suelen tener una vigencia de dos generaciones si no se reafirman, un aproximado de 60 años, lo que explica porqué la relación de número 41 con la homosexualidad duró hasta hace unos 50 años.
El resurgimiento de la historia estuvo a cargo de los movimientos de liberación sexual y el activismo LGBT+ de décadas recientes, que han tomado esta historia y han buscado reivindicarla —y con ella a la diversidad sexual oprimida del pasado— como lo pretende Pablos en su película.