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El auto que llevamos dentro
Creo en el reciclaje y lo implemento en mi vida cotidiana y profesional. Gracias al reciclaje fueron posibles el Museo de la Memoria Viva inaugurado en 2012 y el Museo de las Cosas Simples inaugurado en 2016, ambos en el Pueblo Mágico de Bustamante, Nuevo León.
El reciclaje es una manera de poner en práctica la economía circular en donde aquellos elementos que podrían ser residuos si se desecharan, se incorporan en una cadena de valor que los aprovecha. Al mismo tiempo ahorramos la energía y mano de obra con lo que estos elementos reciclados fueron producidos y le hacemos un bien al planeta.
En los museos comunitarios antes mencionados hay un 60 por ciento de sus componentes museográficos reciclados (probablemente más), lo que posibilita que en comunidades rurales y periurbanas puedan desarrollarse espacios culturales.
Hay pocos proyectos de reciclaje urbano en México y los podría haber en sus ciudades medianas y grandes, así como están siendo posibles en ciudades como Barcelona, España.
Un hombre renacentista es Salvador Rueda, catalán orgulloso de su región biocultural y que tiene una formación integral pues es biólogo, psicólogo, estudió varias ingenierías y, aunque no es arquitecto, es un gran urbanista. Autor de libros como “Ecología Urbana: Barcelona y su Región Metropolitana como Referentes” (1995) y el “Libro Verde del Medio Ambiente” del que fue su redactor principal y coordinador.
Rueda es presidente de la Fundación Ecología Urbana y Territorial, y tiene una tesis muy provocadora en torno a la modificación del modelo de movilidad de las ciudades a partir de supermanzanas en las que se propicia un bajo impacto vehicular, ya que en este modelo se privilegia a la gente que hace su vida sin necesidad de un automotor y quien lo requiriera lo podría manejar sólo a 10 kilómetros por hora. En estas supermanzanas que integran de cuatro a ocho manzanas interiores se puede eliminar hasta el 71 por ciento del espacio si se evita el flujo vehicular entre ellas
En una reveladora exposición virtual organizada por el Foro Latinoamericano de Ciencias Ambientales (Flacam), aseguró que los vehículos ocupan el 65 por ciento del espacio citadino y que además causan ruido y contaminación atmosférica en un momento en que nos distrae sustantivamente la problemática de la pandemia que estamos padeciendo globalmente, pero en el que lo más importante es la emergencia climática.
El ruido que hacen los autotransportes en movimiento eleva la presión arterial de los individuos y junto con la contaminación atmosférica que generan propician que en estos tiempos de pandemia tengan los residentes de ciudades un 15 por cierto más de posibilidades de morir por el COVID-19, declaró el urbanista.
Salvador Rueda nos insta a actuar y a dejar a un lado la necesidad de vivir, sí o sí, con un automóvil como apéndice de nuestro cerebro.
Hay que transformar urbanísticamente las calles iniciando con vallas para controlar el paso de vehículos por elementos pictográficos sobre ellas y mobiliario semipermanente, para que los adultos puedan vivir sus espacios públicos y los niños puedan disfrutar, como antaño muchos pudimos de pequeños, las calles en los juegos infantiles.
El catalán dijo textualmente que los automóviles ocupan el 80 por ciento de nuestro cerebro y que un cambio de movilidad tenía que ser empujado desde nosotros mismos, lo que no comentó Salvador Rueda es que los automóviles ocupan un alto porcentaje de los gastos de nuestras carteras; como decían en el rancho, “junto con pegado”.