El aumento salarial tendrá consecuencias inflacionarias, es un lugar común

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El aumento salarial tendrá consecuencias inflacionarias, es un lugar común

Por todos lados en México, salta la liebre. Es decir, siempre existen obstáculos para conectar a la población en general con el progreso y la consolidación de sus derechos sociales, económicos y culturales. Estoy convencido que si hubiese salarios equitativos viviríamos en otro México. Sin embargo, los analistas macroeconómicos siguen manejando la teoría de las consecuencias inflacionarias que traería una alza del mismo considerada equitativa. Lo dicen, porque es parte de lo que ha señalado una teoría que no ha sido rebatida, pero tampoco demostrada en México, aquí no se ha hecho ni un solo ensayo al respecto. En nuestro país se siguen pagando los salarios que se pagaban en 1985, solamente habrá que tener en cuenta el contexto y las condiciones del mercado en ese tiempo.

La idea de un salario con mayor poder adquisitivo que fundamentada en las leyes del mercado es igual a inflación se ha convertido en un lugar común. Un lugar común, dicho de otra forma es una frase dicha una y otra vez que se desgasta por decirse en forma excesiva. Su característica es la poca imaginación y la flojera por no demostrarlo. Son esas amenazas que la gente da por hechas y cree sin pestañear .

¿Si esta teoría fuera real, entonces porque hay naciones que pagan infinitamente más que lo que se paga en nuestro país? La pregunta sería ¿Cuáles son las políticas públicas que han realizado dichos pueblos para tener salarios dignos? Ya sé que vendrá la suspicacia de que los impuestos en Noruega, Suecia o Dinamarca son elevadísimos, bueno aquí también lo son y cada vez aparecen más. La diferencia con los países donde los salarios son a la “n” más elevados que en México es la calidad educativa, la seguridad social, las vías de transporte y el precio del transporte mismo, entre otras cosas. 

En la década de los cincuenta del siglo pasado una buena cantidad de familias pasaron de depender del trabajo en actividades agro¬pecuarias y mineras a sustentarse en el trabajo asalariado formal en sectores productivos urbanos industriales, de comercio y de servicios. Hacia 1970, estas actividades fueron complementadas e incluso superadas por los ingresos provenientes de las actividades informales. Al mismo tiempo, la migración al exterior y las remesas se convirtieron en una fuente fun¬damental de ingresos para muchos hogares y factor para el PIB. 

En estas últimas décadas las actividades ilíci¬tas y criminales constituyen las opciones de ingresos de muchos jóvenes y habitantes de las zonas rurales y marginadas en el área urbana, e incluso forman parte de las estrategias de supervivencia de un gran número de fami¬lias que las justifican ante la pobreza y las bajas retribuciones que reciben en una economía de mercado que sigue sin responder socialmente al motivo de su aparición.

Dicho de otra forma, entre lo que gana un miembro de la Suprema Corte de Justicia, un miembro del Instituto Federal Electoral, un Diputado, un Senador, el Presidente de la República; en comparación con un profesionista, un empleado o un obrero en nuestro país hay una diferencia abismal. Por tanto, si las cosas están así quiere decir que está en juego no solamente un tema de ingresos materiales directos o indirectos o un tema que tiene que ver con la macroeconomía de un país, sino algo más que tiene que ver con la forma a través de la cual nuestro orden social produce y socializa valores fundamentales como derechos, deberes, ingresos, autoestima y reconocimiento entre todos sus miembros.

México desde 1955 es miembro de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y por tanto esta suscrito a sus acuerdos. En el tema salarial lo que la OIT recomienda es un pago de 15 dólares la hora, mismos acuerdos que no se cumplen por el lugar común ya mencionado. En el caso de la ONU, nuestro país es miembro signatario desde 1948. Ahí el artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos  afirma que “toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social”. Leyó bien, equitativa y satisfactoria.

En nuestra Constitución, el artículo 123 establece que el salario “deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural y para proveer la educación obligatoria de los hijos”. ¿Suficiente? 80.04  ¿suficiente para qué? Habrá que decirle a quienes protegen sus ganancias bajo la idea de las consecuencias inflacionarias que el salario representa el único ingreso que tienen los trabajadores para obtener los elementos básicos para la vida material; como son la alimentación, la vivienda, la educación, la medicina, el vestido, el transporte, la higiene y diversión sana, para fines prácticos elementos que aseguran al individuo un desarrollo pleno y por lo tanto, una aproximación a la justicia. 

Por tanto, el tema de la remuneración no se puede ver solamente desde la óptica del marco inflacionario. No se puede manejar desde el pensamiento de “o salarios dignos o cierre de empresas”. O desde “el de la disminución de empleos o mejores salarios” o bien como lo ha afirmado la CONASAMI recurrentemente en los últimos años “se vive un momento particularmente riesgoso en la economía y por eso la negación de alzas salariales, porque los mercados internacionales no lo permiten”.

No se vale por tanto seguir con la queja de la violencia que no cesa, de cómo se siguen rompiendo records en muertes por mes, de los secuestros constantes, de los desaparecidos, de la proliferación y el tráfico de drogas, de la pobreza generalizada y de todas las patologías sociales que como plagas atormentan a la población en general. No se vale que las organizaciones, las universidades, las empresas, las familias y el gobierno sigan con el discurso de que las cosas no funcionan en éste país. En un país donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, el salario es factor. Es increíble lo que ganan los políticos y las grandes ganancias que facturan muchas empresas en México, pero también es grotesco lo que gana un trabajador en nuestro país. 

En el Informe más reciente de la OIT, el del 2016, se afirma que los bajos salarios deben ser una preocupación para los países porque aumentan el riesgo de pobreza (…) y al surgir una situación en la que una gran proporción de personas se siente rezagada, con pocas perspectivas de alcanzar a los que tienen una mejor remuneración, el riesgo de tensiones políticas y sociales se ve incrementado. El destino nos alcanzó y no es un lugar común, es la realidad dura y contundente.