El aseo invernal de la introspección
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El aseo invernal de la introspección
Este invierno tan friolento y nublado también trae sus beneficios. Además de encapsularnos en suéteres, chaquetas y abrigos, de meternos temprano a los hogares, de hacernos buscar en el exterior algo divertido y optimista, nos topamos con noticias pesimistas o con narraciones románticas o futuristas cuya estimulación es tan efímera como la luz de una luciérnaga.
¿Cuál es el beneficio potencial que trae el invierno cuando la savia de los árboles se esconde en sus raíces? El invierno provoca la introspección con su silencio friolento. Esa facultad que tiene el ser humano y que lo va convirtiendo, lentamente, en humano maduro a lo largo de muchos años de evolución.
La introspección hace que el niño haga preguntas desconcertantes a sus mayores “¿Por qué el cielo es azul?”. También la introspección provoca preguntas extrañas en el interior del hombre adulto que lo ponen en movimiento para buscar respuestas. Esas preguntas “diferentes” –cuando no son anestesiadas, esterilizadas o simplemente despreciadas bajo el título de “ocurrencias”– son las causantes no solo de los avances científicos, filosóficos o artísticos de la humanidad sino que son el motor del crecimiento humano de cada individuo, comunidad o nación.
Esas preguntas “nacen” en el silencio del corazón humano que siempre está solo. Y cuando el hombre se atreve a verlas y considerarlas es cuando hace introspección de sí mismo, cuando descubre sus preguntas y las considera y reflexiona acerca de ellas, las conecta con su hacer y decir cotidiano.
El invierno y su introspección pueden provocar que alguien descubra que no está caminando hacia lo que le importa, que lo que verdaderamente le interesa no aparece en su jornada diaria, que ni siquiera sueña en lo que le apasiona.
Puede descubrir que los motivos de su corazón están sumergidos en una montaña de rutinas, tareas mecánicas, palabras sin significado, discursos desgastados por las repeticiones (“Lo he oído tantas veces”), razonamientos políticos y económicos impecables cuya lógica ya definieron cómo van a ser los siguientes seis años. Toda esta información del exterior, ensordece y diluye la sabiduría de la introspección y las luces del corazón. Las preguntas de la introspección no se reducen a un ¿de dónde vengo y a dónde voy? Incluyen otras muy incómodas como “¿Por qué creo que todos me deben de querer?, ¿Por qué a todos los demás les veo lo difícil, lo incompetente o sus deficiencias? ¿Desde cuándo cambió mi estado de ánimo? Estas preguntas tienen una raíz común: mis creencias que no he revisado y que pueden ser falsas, anacrónicas o simplemente ajenas a lo que yo amo. Aproveche el invierno para hacerse una “limpia” introspectiva de estas falsas creencias, porque “el aseo personal se hace desde adentro de sí mismo”.