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El alumbrado público de Saltillo: un recuento
Hoy en día resulta difícil pensar que hace pocos años; al caer la noche algunas zonas de la ciudad quedaban en la obscuridad total.
En tiempos actuales la ciudad cuenta con un buen servicio de iluminación, se puede decir que la cobertura es casi total.
Esto no siempre fue así. Gracias a un trabajo del extraordinario periodista Eduardo Valverde, quien escribió hace más de 60 años una reseña sobre el alumbrado público en la ciudad, rescatamos parte de la historia de los diferentes sistemas que han iluminado la ciudad.
En diciembre de 1836, el alcalde Antonio del Bosque mandó colocar 150 farolas colgantes en los cruces de las calles que conformaban el primer cuadro de la entonces villa. Las principales calles que recibieron las primeras farolas fueron: la antigua calle de Huizache, hoy Morelos, la antigua calle del Curato hoy calle de Victoria, Landín hoy Allende sur y en la parte norte llamada calle del Reventón, la calle de la Cruz hoy Manuel Acuña, la de la Purísima hoy calle Zaragoza, por último en la calle Real que actualmente lleva el nombre de Hidalgo.
Las primeras lámparas funcionaban con sebo y posteriormente fueron sustituidas las de petróleo.
Para 1855 se sustituyeron las farolas de petróleo, por faroles con focos a base de carbones que emitían un resplandor rojizo; según nos narra en sus memorias Encarnación Dávila quien fue Gobernador interino.
Durante la administración del también Gobernador interino, Julio Cervantes, mandó colocar en la Plaza de Independencia, hoy Plaza de Armas, arbotantes con faroles orientados a cada uno de los puntos cardinales más uno en la parte de arriba, estas farolas fueron retiradas en 1916.
Para conmemorar el centenario del inicio de la Independencia; Saltillo se vistió de gala y varios edificios fueron iluminados con miles de focos. Entre los edificios que se vieron engalanados fueron; la catedral, el antiguo Palacio de Gobierno, el casino de Saltillo, el banco de Coahuila, el mercado Juárez.
Durante el mandato de Gustavo Espinosa se instaló un nuevo sistema de alumbrado, consistente en farolas de un estilo victoriano de cinco globos de cristal, las cuales tenían lámparas de 100 watts. Posteriores administraciones retiraron aquellos arbotantes que hacían sufrir al ayuntamiento por los consumos mensuales.
Durante la administración de Carlos Valdez se hicieron intentos por mejorar el alumbrado de los barrios y colonias, el Alcalde mandó colocar reflectores en cada uno de los postes.
Valdés Dávila también hizo un intento en ampliar la red de alumbrado público, pero sin duda fue durante la gestión del ingeniero Eulalio Gutiérrez cuando se instalaron por todas partes postes llamados látigo con lámparas fluorescentes. El edil Eduardo Dávila hizo lo propio, instaló luminarias en buena parte de la ciudad, recuerdo haber visto la base de hierro fundido de uno de estos postes, tenía la fecha 1962.
En 1967 mi familia se mudó a una casa en la colonia República, para ese entonces casi ningún arbotante de los puestos en 1962 funcionaba. Por los años setenta, varias fueron las veces que me tocó reconocer al Gobernador Eulalio Gutiérrez; por las noches acostumbraba salir a dar unos pasos para fumarse un cigarro, solo, caminaba por la oscura calle de Distrito Federal hasta topar con un arroyo donde terminaba la calle, de ahí de regreso a su casa en bulevar y Distrito Federal, en su andar devolvía el saludo de buenas noches a los vecinos que lo reconocían.
Eran otros tiempos, hoy estas escenas ni a plena luz de día se pueden imaginar.
Muchos han sido los métodos y tecnologías para tratar de convertir la noche en día. Ya son cosa del pasado las velas, lámparas de sebo, los candiles de petróleo, los focos de arco, las bombillas de filamento incandescente, los focos de vapor de mercurio, fluorescentes, de luz blanca, amarilla, por muy leve que fuese la luz emitida, bastaba un poco para conjurar las negras noches.