El agua entra ‘como Juan por su casa’

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El agua entra ‘como Juan por su casa’

Charcos. Como la Nueva Esperanza es un sector irregular, las calles no han sido pavimentadas, por lo que se convierten en un gigantesco lodazal con cada lluvia. / Omar Saucedo
En los tejabanes de la Nueva Esperanza, hechos con madera, cartón y láminas, no hay protección contra la lluvia

Para llegar a la colonia Ampliación Nueva Esperanza hay que atravesar por todo un laberinto de calles entre Las Palmas y Las Tetillas, y después seguir el cauce del arroyo donde en lugar de agua, corren toneladas de basura.

Cerca de uno de los puentes que se construyeron recientemente, que comunica a las dos colonias, se avistan desde Las Palmas, una serie de tejabanes construidos con madera, cartón, mantas con publicidad del Gobierno o de los partidos políticos, y una que otra lámina que “protege” a quienes habitan en el lugar. 

En uno de ellos vive don Bernardino Martínez, un anciano de 84 años, quien dice ser uno de los primeros habitantes de esta colonia que se formó principalmente por “paracaidistas”, a los lados del arroyo Ceballos.

El desgaste físico en sus piernas le ha impedido trabajar y mantener sus necesidades básicas, como la comida que al día de hoy le ofrecen algunos vecinos de la colonia.

Sin embargo, algo a los que todos les pega y que pocos pueden remediar en corto plazo, son los días de lluvia. 

Don Bernardino cuenta que ayer por la noche la tromba que pegó a por lo menos 20 colonias de Saltillo, parecía apropiarse de su tejabán de 4x4 que tiene más de 50 años levantado con maderas que empiezan a podrirse.

Al no estar cubierto por una lona de plástico que detenga la filtración del agua por los techos, tiene que cubrir algunos de los huecos con sus propias prendas de vestir.

“Estuvo fuerte el agua y se batalla mucho. Tengo trapos por todos lados para detener la lluvia, y no tengo láminas. Estamos muy fregados”, dice con trosteza. 

Narra que para detener las corrientes de agua que amenazaban con arrasar con su hogar, tuvo que cargar pesados costales y ponerlos para detener el flujo, aunque sólo logró que esto funcionara por unos instantes. “Después me enredé toda la ropa, pero me entró agua a los tenis porque están agujerados y también había mucho lodo”, relata. 

Don Bernardino asegura que junto con su difunta esposa compró hace años el terreno donde hoy habita; mismo que mantuvo durante varios años de su oficio como “carretonero”, que era apoyado por un burro que permaneció con él hasta que pudo mantener el trabajo.

No es un secreto a voces que la gran mayoría de los habitantes de la colonia Ampliación Nueva Esperanza vive bajo la “irregularidad”, y es por lo mismo que sospechan que el Gobierno “nunca se echa la vuelta” para ver cuáles son sus necesidades, o en este caso, los riesgos. 

En la colonia hay por lo menos 300 habitantes bajo las mismas condiciones que en el frío se sienten a la intemperie, y en la temporada de lluvias, el lodo les hace la vida imposible, por la falta de pavimento.

A la llegada a la colonia, Elia Álvarez comentó que actualmente existe un conflicto, puesto que el Gobierno no ha cedido a la pavimentación, por la situación de la irregularidad en los terrenos que hasta hace poco supieron a quién pertenecen. 

Sin embargo, tanto a ella como a la mayoría de los vecinos, una de las lideresas del PRI les vendió de manera ilegal su terreno habitacional con pagos de hasta 15 mil pesos que se fueron abonando mes tras mes, asegurando que tenía un tratado con el Gobierno. 

“Después nos dimos cuenta que nos estafó y la corrimos de aquí. Todo lo que pudimos hacer con el dinero nunca lo hicimos, y hasta hoy apenas empezamos a levantar con ladrillos porque en tiempo de frío se pone feo, y en la lluvia no se diga”, dice el testimonio de la vecina de don Bernardino, a quien también le ofrecieron a la venta un terreno extra.

“De que el asunto está fregado, está fregado”, agrega don Bernardino. 

El día de hoy los vecinos de la colonia han podido levantar sus casas con láminas, y muchos otros empiezan a hacer fincas después de un incendio voraz que ocurrió a una de las familias.

A la ‘intemperie’. Los tenis de don Bernardino poco le cubren. / Omar Saucedo

Sin embargo, don Bernardino lo único que pide para sus últimos años es vivir en una casa firme, con techos de lámina o de madera, donde pueda poner todo lo que ha reunido a lo largo de estos 50 años.

“No quiero nada regalado, pero tampoco puedo trabajar. Si no tuviera mis pies malos, me saldría; me siento fuerte y con ganas todavía”, asegura.

El dato:
La colonia Nueva Esperanza se ubica al oriente de la ciudad, por el rumbo al sector de Las Tetillas.