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El agua del río
A las 7 y algo de la mañana comenzó a llover. Fuerte. A pesar de estar en un “sweet spot” en la cama, me levanté a cerrar un par de ventanas. El drenaje pluvial que recoge el agua que escurre del techo está tapado de nuevo con hojas y el cuarto de visita está inundado. Eso tiene solución y volví a la cama.
Hoy cumpleaños el cuarto de mis cinco nietos. A las 10am tuve la primera sesión de psicoterapia. Es un día común de alguna manera, y a la vez totalmente único.
Decimos con frecuencia que una situación es igual a otra, que una relación es igual a otra, que las personas siempre hacen lo mismo. “Ya sabes, Comadre, los hombres son así”. “Es que yo no puedo soltar el control porque si no lo hago yo, quién lo hará”. “No me puedo entregar en una relación porque volveré a ser lastimado”. “No puedo decir lo que siento porque luego se ofenden”. “Es que si hablo de mis necesidades seré vulnerable”.
Este día no es igual a ningún otro. La relación que tengo hoy no es igual a las que haya tenido en el pasado. La persona que soy no es igual a la que fui ayer. ¡Ah! Allí está la clave. Nada puede ser igual si ni siquiera yo soy la misma. Ya sabes el dicho, ¿verdad? No te puedes bañar dos veces en el mismo río. La lluvia de hoy no es la de ayer, que también llovió. La manera en que termina un día hace que el siguiente sea su propio día. Y si acaso crees que me conoces porque conviviste conmigo hace 5 años (o 10 o 20 o 20 días), estás perdiendo una gran oportunidad, no tanto de conocerme a mí, sino de conocer a quién estás siendo tú en este día de lluvia.