El abismo para curas pederastas

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El abismo para curas pederastas

A unos días de la visita del papa Francisco, otro escándalo de abuso sexual sacude a nuestra Iglesia, se trata del cura Silvestre Hernández, acusado de corrupción de menores —más de 100 niños abusados— aunque exonerado en las instancias eclesiásticas y, asimismo, solapado por el arzobispo de Oaxaca, José Luis Chávez Botello, el cual conocía la conducta del citado cura desde su etapa de seminarista.

Y aquí tenemos la repetición de otro binomio siniestro, el cura pederasta encubierto por un jerarca eclesiástico, como en su tiempo sucedió con el depredador sexual John Geoghan, párroco de Weston, Massachusetts, acusado de abusar de 130 niños y encubierto por el cardenal Bernard Law (en Boston), en ese tiempo el hombre más poderoso de la Iglesia católica de los Estados Unidos —y para desgracia nuestra, nacido en Torreón, Coahuila— que finalmente no pudo evitar que Geoghan fuera encarcelado y asesinado en prisión, y él mismo ser defenestrado de su ministerio por encubridor.

Otro caso perverso fue el del cardenal Roger Mahony, también defenestrado en California por encubridor, principalmente del cura Michael Baker que, al igual que a otros curas pederastas de la diócesis, eran enviados por Mahony a las iglesias hispanas en los barrios más pobres de Los Ángeles, donde por años abusaron de los menores más vulnerables.

Caso impune es el del cardenal Norberto Rivera Carrera de quien la Red de Sobrevivientes de Abusos de Sacerdotes asegura que es protector de curas pederastas, donde destaca el cura Nicolás Aguilar Rivera, conocido como la “bestia”, citado por Sanjuana Martínez en “Manto púrpura”, abusador de cientos de niños en México y Los Ángeles, protegido de Norberto, por el que estuvo a punto de ser defenestrado como el cardenal Mahony, cómplice de Norberto en el caso de la “bestia” Aguilar.

Y que mejor ejemplo tenemos a la mano que la protección del papa Wojtyla para el “monstruo de Cotija”, Marcial Maciel, venerado en su tiempo por la clase pudiente de este País, así como la aristocracia llegó a venerar a Rasputín, el monje loco de la Rusia zarista, al que por mucho Maciel superó en maldad, vicio y perversidad.

Y mire usted que hay abismos que asustan hasta a los propios demonios. Es el caso de los que poseían al atormentado Gadareno, los cuales le rogaron mucho a Cristo que no los mandara al abismo y que Jesús, compadecido, los sacó del poseído y los mandó a una piara de cerdos. No es el caso de los curas pederastas que por complacencia propia se han lanzado a esos abismos de maldad, tanto así, que ni los cerdos están dispuestos a precipitarlos al mar.

Y es por culpa de esos poseídos que hay textos terribles contra la Iglesia, como “La puta de Babilonia” de Fernando Vallejo, sumario de los crimines de la alta clerecía, dos milenios de abuso en la fe de los creyentes ¿Hasta cuando seguirán solapando la pedofilia?

Y lo peor de todo esto ha sido el encubrimiento de los pederastas por los obispos responsables, ya lo dijo Baudelaire, el poeta maldito, que la más perversa astucia de Satanás es convencernos de que no existe, y cierto es que mucho le ayudan a ello esos diablos con sotana.