El 8-M

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El 8-M

Pues se llegó de nuevo la fecha, el próximo lunes será 8 de marzo, “Día Internacional de la Mujer” y con toda seguridad, en algunas semanas se celebrará el “Nacional”, luego festejaremos el “Día Mundial”, después el “mexicano” y tras de ellos el “Estatal” y en una de esas, el “Municipal”. Pero seamos sinceros y preguntémonos, ¿de algo han servido estos días dedicados a la protección de los derechos de la mujer? La respuesta es simple: No.

La brutal desigualdad y la realidad de violencia, persiste en sus vidas, llámese trabajo, política, religión y cada cosa que hagan. En el sector laboral, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha dicho que existe una enorme brecha salarial entre hombres y mujeres, que ganan entre un 15 a un 20 por ciento menos que los hombres, aunque desempeñen la misma posición.

De su participación en la política y el sector público, sólo podemos decir que la desigualdad insiste. Hoy, de 32 estados en México, sólo Sonora tiene Gobernadora y de 2 mil 445 municipios, las mujeres gobiernan apenas 132 y hay que reconocerlo, 14 de ellas están en municipios de Coahuila.

Por supuesto que la desigualdad no podría quedar fuera de la religión, empezando del hecho de que, en cada credo, el Dios es masculino. Para judíos y cristianos es Yahveh o Jehová, en el Islam es Alá, para los hinduistas es Shiva y el budismo tiene a Sidartha Gautama o Buda como muchos lo conocen. Pero aquí en temas más locales, el catolicismo, la principal religión en México, trata a las mujeres como seres humanos de segunda, como inferiores. Esto es gracias al “sagrado” derecho canónico que prohíbe a las mujeres oficiar misa o tener puestos directivos.

En lo que sí están adelante es en la pobreza. Eso lo advierte el estudio “Pobreza y Género”, elaborado por El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que asegura la pobreza agudiza la desigualdad de género en México, un país en donde el 24.3 por ciento de los hogares encabezados por mujeres presentaron carencias alimentarias, contra el 20.5 por ciento de los hogares a cargo de hombres.

Claro que a pesar de estas in equiades laborales, religiosas, políticas y sociales, a los hombres nos parecen insuficientes, y como el País misógino, sexista y violento que somos, este año 46 por ciento de las mujeres mayores de 15 años sufrirán agresiones de su pareja; 29 por ciento de agresiones físicas y 16 por ciento violencia sexual, y al finalizar el año 2020, 1.5 millones de mujeres mexicanas enfrentaron violencia muy grave o extrema que puso su vida en riesgo.

No lo digo yo, lo dice la “Encuesta Nacional sobre Dinámica de las Relaciones en los Hogares” del Inegi. Así que, si usted es mujer y está leyendo esto, tiene una probabilidad del 50 por ciento de sufrir o haber sufrido violencia física o sexual en su vida. Pero si usted es hombre y también lee esto, su madre, hermana, esposa, hija, sobrina o amiga, tienen las mismas posibilidades.

Hemos sido incapaces de eliminar la discriminación y la injusticia contra las mujeres, ni siquiera en nuestras propias casas, y si una mujer no puede estar segura en su propia casa, entonces que pueden esperar. Ninguna “política pública transversal” o de “empoderamiento”, ni ninguna ley o burocracia creada en forma exprofesa para prevenir y combatir esta violencia han servido.

Estamos pues, ante el conflicto más antiguo y de mayor duración en la historia de la humanidad. Una disputa que lleva alrededor de 200 mil años y en donde ha ganado siempre el hombre. Una guerra que inició desde la aparición en la tierra de los “Homo Sapiens”, por cierto, una definición con gran carga sexista, ya que “Homo” significa hombre.

En resumen, yo le pido que, en medio de esta misoginia, inequidad, acoso, violencia, autoritarismo y desigualdad, no me salga con frases huecas de que celebremos por todo lo alto el “Día internacional de la Mujer”, porque hoy y ese día son los mismo para ellas: Cientos de miles de mujeres violentadas y acosadas sexualmente, que sentirán el menosprecio, poder y opresión de los hombres. Y aunque la violencia y la inequidad no tienen una raza, clase, religión o nacionalidad, si podemos asegurar que tienen género: el masculino.

@marcosduranf