Economía y salud públicas: otra vez el ‘dilema’

Usted está aquí

Economía y salud públicas: otra vez el ‘dilema’

El relajamiento social de las medidas de protección nos está llevando de nuevo a un punto que ya creíamos superado

Desde que la presencia del coronavirus SARS-CoV-2 obligó a la declaración de una pandemia, los gobiernos de todo el planeta han enfrentado una disyuntiva para cuya resolución no existe manual: proteger la salud pública al mismo tiempo que impiden el colapso de la economía.

Y se trata de una disyuntiva porque las medidas que se requieren para lograr uno y otro propósito aparecen contrapuestas: para proteger la salud de las personas es preciso reducir la movilidad de estas; para evitar el colapso económico -o al menos el de algunas áreas de la economía- es indispensable que las personas se muevan.

El surgimiento de diversas vacunas y el avance en el proceso global de inmunización ha ayudado, sobre todo, a reducir la tasa de mortalidad, pero la pandemia no parece dar tregua y la tercera ola de contagios está originando también un repunte en las muertes diarias.

Tan solo ayer, las cifras oficiales marcaron 484 nuevas defunciones, con lo cual casi hemos llegado a las 240 mil víctimas por este mal en México, aunque las estimaciones que existen indican que la cifra real podría ser del doble. Tales números nos colocan nuevamente en los niveles que teníamos a inicios de marzo pasado y muy lejos de los que se registraron a finales de mayo cuando la incidencia de muertes diarias se ubicó por debajo de 100.

Ante esta situación, las estrategias para permitir la reapertura total de la economía y el regreso a clases presenciales generalizadas deben ser repensadas. No se trata de posponerlas o de cancelarlas, sino de redefinirlas para que sirvan eficazmente a ambos propósitos: mantener en pie la economía y evitar el repunte de víctimas.

Claramente la vacunación debe estar en el centro de la estrategia y por ello debe saludarse la iniciativa de la industria restaurantera local de ofrecer descuentos a los clientes que muestren su certificado de vacunación al momento de acudir a sus establecimientos.

Sería “injusto” -de alguna forma- impedir el acceso a comercios a quienes no se han vacunado porque no han sido convocados aún a aplicarse el inmunizante, pero valdría la pena considerar restricciones para quienes, pudiendo hacerlo, han decidido no vacunarse.

También debería reforzarse la exigencia en el uso de mascarillas, la distancia social y el respeto del aforo en lugares públicos. Ignorar el crecimiento en el nivel de contagios y el repunte de muertes puede tener consecuencias aún peores para la salud y la economía.

Está muy claro que no podemos volver al confinamiento y que hemos aprendido lo suficiente durante el último año y medio como para diseñar estrategias que resulten eficaces en la contención de la pandemia.

Pero también está claro que el relajamiento social de las medidas de protección nos está llevando de nuevo a un punto que ya creíamos superado. Lo que debería ocuparnos ahora es no retroceder aun más.