¡Échenme otro bisté!

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¡Échenme otro bisté!

Lo diré rápido, sin rubor y sin gota de modestia: lo sabía... ¡Simplemente lo sabía! La apuesta del equipo rival era excesivamente alta. Demasiado como para estar realmente en posibilidad de ganarla.

Esos de PETA no podían tener razón, con todo y su provocadora campaña promocional elaborada -sospechamos por acá- sólo para ganar reflectores gracias a las absurdas políticas de censura de los guardianes de la pureza publicitaria del Súper Tazón.

Calma... calma. Ya llego al punto. Pero antes de eso no puede usted negarle acá, a su charro negro, el placer de regodearse en la victoria, de alzar triunfante el estandarte de la razón y de restregar en la cara a los rivales el argumento matón, la contundente evidencia de su yerro.

Lo dice la ciencia... Y esa señora no se equivoca porque parte de la certidumbre del dato duro, de la evidencia empírica, de la convicción experimental pasada por el cedazo del escepticismo.

¿Cuál es el punto?

Muy simple: los escasos pero altamente calificados lectores habituales de este espacio recordarán como hace unas pocas semanas reseñamos aquí, en las vísperas del Super Bowl más aburrido de la historia (oséase el más reciente), el episodio relativo a los anuncios publicitarios “censurados” por quienes deciden quienes sí -y quienes no- pueden acceder al privilegio de pagar cinco millones de dólares por cada espacio de 30 segundos durante la transmisión del partido.

Se recordará cómo en el listado de anuncios “bateados” del Super Bowl figuró uno producido por la ONG más influyente del planeta dedicada al cuidado de los animales, anuncio mediante el cual se nos invitaba, a los representantes del sexo masculino, a convertirnos al veganismo a partir de un argumento (presuntamente) matón: los carnívoros no pueden competir en capacidad amatoria con los herbívoros.

La evidencia parecía contundente y se presentaba además en una envoltura seductora: 38 segundos de un mano a mano en el cual la derrota del ala carroñera resultaba vergonzante, por decir lo menos.

Pero para eso está la ciencia: para poner a los falsarios en su lugar.

Investigadores de la austriaca Universidad de Graz, institución que ha parido a casi una decena de premios Nobel y en cuyas aulas han impartido cátedra individuos de la talla del ingeniero Nicola Tesla y el economista Joseph Schumpeter, han publicado recién un estudio con el cual sepultan violentamente los argumentos de los promotores del veganismo.

Los carnívoros, concluye el estudio, gozamos de una mejor calidad de vida... Para decirlo de forma sintética y contundente.

Lejos, muy lejos del argumento de los productores televisivos de PETA, el rigor metodológico aporta cifras para documentar el optimismo de quienes preferimos hincarle el diente a un buen filete de bisonte, a rumiar un quintal de alfalfa y germinado de soya.

Los números son apabullantes: la probabilidad de sufrir alergias, si se vive exclusivamente a base de lechugas orejonas y quinoa, es del doble comparada con la de quienes se recetan cotidianamente una dosis alta de machitos, mollejas a las brasas, media hora de tacos de barbacoa y ordenan, para el postre, un buen plato de menudo.

¿Le teme a los infartos? Pues éntrele con fe a las hamburguesas, el caldo de res, los chorizos de todas las latitudes y acompáñelos con una generosas dosis de filete mignon: quienes navegan en la dirección contraria corren 150 por ciento más riesgo de morir por esta causa.

¿Busca la fórmula perfecta de la felicidad perfecta? Explore en el interior de unos alambres de filete, pruebe a encontrarla en el marmoleo de un corte de carne kobe, refínese unos buenos tacos de tripas. Los vegetarianos padecen ansiedad y depresión en una proporción de dos a uno contra nosotros, los amantes del colesterol “malo”.

Y de cáncer mejor ni hablar... Los carnívoros la refundimos en la cesta contraria en una proporción de casi tres a uno.

La cereza del pastel: de 18 enfermedades crónicas estudiadas -ente ellas el asma, la diabetes, las migrañas y la osteoporosis- los detractores de la proteína animal tienen mayor probabilidad de desarrollar 14 de ellas.

La síntesis apretada: no hay forma de volver superior a un ser humano a base de amaranto, semillas de linaza, champiñones y tubérculos crudos. Para vivir una vida plena y transitar por este valle de lágrimas en el mejor estado posible uno debe entrarle a los de buche, nana y nenepil.

No sé usted, pero a mí estos científicos austriacos me han devuelto a las playas del buen humor y el relajamiento. Nunca creí mucho en las afirmaciones de estos promotores del sinsabor y la aburrición gastronómica, pero me hicieron dudar, lo confieso.

Y bueno: les dejo porque las brasas ya están a punto...

¡Feliz fin de semana!

carredondo@vanguardia.com.mx
Twitter: @sibaja3