Echar pelillos a la mar

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Echar pelillos a la mar

El Quijote I, 30

Cuando don Quijote hace penitencia en Sierra Morena, envía a Sancho Panza al pueblo del Toboso para que entregue a Dulcinea una carta que él le escribe.

El escudero regresa, pasa el tiempo y en un cierto momento sostienen ambos un fuerte enfrentamiento, el cual termina cuando “Fue Sancho cabizbajo y pidió la mano a su señor, y él se la dio con reposado continente; y después que se la hubo besado, le echó la bendición” y le dijo que tenía algo que preguntarle.

“Después que veniste, no he tenido lugar ni espacio para preguntarte muchas cosas de particularidad acerca de la embajada que llevaste y de la respuesta que trujiste, y ahora, pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tú la ventura que puedes darme con tan buenas nuevas”

“- Pregunte vuestra merced lo que quisiere –respondió Sancho-, que a todo daré tan buena salida como tiene la entrada”. Luego don Quijote dijo al escudero:

“- ECHEMOS, Panza amigo, PELILLOS A LA MAR en esto de nuestras pendencias, y dime ahora, sin tener cuenta con enojo ni rencor alguno: ¿dónde, cómo y cuándo hallaste a Dulcinea? ¿Qué hacía? ¿Qué le dijiste? ¿Qué te respondió? ¿Qué rostro hizo cuando leía mi carta?... Y todo aquello que vieres que en este caso es digno de saberse, sin que añadas o mientas por darme gusto, ni menos te acortes por no quitármele”.

¿Qué le quiso dar a entender don Quijote a Sancho cuando le dijo “echemos pelillos a la mar”?

Que como antes ambos habían tenido una agria discusión, era ya el momento de olvidar ofensas. Se dice que los pelillos arrojados al mar simbolizaban en la antigua Grecia el mutuo perdón entre dos o más agraviados.

El refrán tenía una segunda parte omitida por Cervantes, pues completo decía: “Pelillos a la mar, para nunca desquitar”, es decir, para olvidarse por completo de tomar venganza.

Este dicho castellano prácticamente ha caído en desuso.

@jagarciavilla