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Echándose al muerto

El muerto está bien tieso ya, sin embargo, tiene todavía muchos cachos aprovechables y nutrientes que aportar

Aunque el catálogo de depravaciones posibles es vasto y la escala de lo aberrante no sabemos a ciencia cierta dónde termina (ignoramos, de hecho, si tiene un límite y qué hay más allá de éste), una de las últimas perversiones que llegan a tener nombre y clasificación es la necrofilia.

No quiero insultar su inteligencia con la descripción de esta… ¿actividad? Por hoy conformémonos con apuntar que, no obstante se trata de un indiscutible tabú, la literatura, la música y el cine están plagados de referencias que a su vez tienen origen en hecho reales documentados.

Para muchos de nosotros, la mayoría y con seguridad “el común” de las personas, la simple proximidad de un cadáver ya nos resulta abrumador, no por una cuestión supersticiosa, sino porque contrasta nuestra brevísima existencia con la eternidad que nos espera del otro lado; y ello vuelve especialmente difícil acercarse a los despojos de alguien que solía ser.

Es una cuestión bien elemental en la configuración del paquete básico de funciones del ser humano: la muerte necesariamente nos da repeluz, por eso en casi todas las culturas elaboramos alegorías para poder asimilar esta idea terrible.

Pero de ello a tener una fantasía erótica con rigor mortis, pues como que sí hay que estar muy, muy, muy jodidamente mal de allá arriba, del penthouse.

Espero no estropearle su mañana hablando, aunque sea superficialmente de tal abominación (en serio que ni para dar los antecedentes mínimos), pero es que desde hace unas semanas que a nuestro tres veces H (de “huevón”) Congreso Local y mejor dicho, a la LX Legislatura o más bien, para ser exacto, al selecto grupo de verracos  que la componen, lo imagino como una bola de necrófilos.

Y es que a estos degenerados poco les importa que Coahuila sea al día de hoy sólo un cuerpo tendido sobre la plancha. Aún así buscaron la manera –y por desgracia dieron con ella– de tener un encuentro íntimo con el pobre occiso al que ni siquiera le dan el privilegio de darle inmediata y decorosa sepultura, sino que tienen otros oscuros planes para él, como practicarle actos indecibles.

Si la megadeuda fue un implacable cáncer, el manejo de las finanzas en la presente administración fue una inyección eutanásica aplicada, no por la piedad que despierta el sufrimiento del moribundo, sino con la codicia de quien busca matar a un pariente para quedarse con toda la herencia.

Pero ni en estado de calaca ha terminado el calvario para Coahuila, pues sepa que (por si acaso no se enteró por estar muy pendiente de la elección del primer Presidente anaranjado de los EU) nuestros legisladores aprobaron al Ejecutivo la posibilidad de contratar más deuda pública sin necesidad de someterla a la revisión o aprobación del Poder Legislativo (que como quiera siempre está supeditado a las órdenes del emperador en turno).

Sin embargo, esto es ratificar la discrecionalidad con que se manejan ya no los recursos de Coahuila, sino préstamos y más préstamos bancarios que sencillamente, con la voracidad de la ralea política que nos cargamos, jamás terminaremos de pagar, materialmente nunca (y que de hecho no deberíamos pagar, sino desconocer, pero… seguramente).

El Gobernador, por instrucciones de él mismo, ahora está facultado para echarle otra soga al cuello de esta empobrecida entidad, sin necesidad de pedirle la opinión a nadie.

¿Es oportuno el momento? Bien pues, usted dirá, estamos en vísperas de elecciones, unas elecciones especialmente delicadas.

De la sucesión depende que el estercolero dejado por el “moreirato” se siga, no ocultando porque es evidente como el sol al medio día, sino negando y desconociendo y traspapelando hasta que caiga en el olvido o en el hartazgo de los ciudadanos.

La presente administración no va a escatimar recursos (ora sí, ¡lo que cueste!) para que el candidato del PRI –y mejor aún– el delfín del Góber, lo suceda en el trono del Palacio Rosa.

La mejor forma de evitar que el Góber comparta la suerte de su homólogo veracruzano, Javier “El Ratón Jarocho” Duarte, es sentar a alguien que le cuide sus espaldas, pero eso cuesta y cuesta un chingo y más con el carisma del precandidato oficial Miguel Ángel Kreutzberger Riquelme.

Aunque ahora, gracias al Congreso que preside José María “Chema Magno” Fraustro Siller, el Ejecutivo de esta administración de empresas “fantasma” puede disponer en el cajero más cercano de hasta dos mil 500 millones de pesos. ¡Nada mal! Digo, hay semanas que no los vemos juntos.

Recuerde siempre que en nuestro Estado las deudas hace mucho que dejaron de estar en el rango de los millones simples para ingresar en las grandes ligas de los miles de millones.

El muerto está bien tieso ya, sin embargo, tiene todavía muchos cachos aprovechables y nutrientes que aportar, así como muchas noches apasionadas que ofrecer para que la élite del poder pueda saciar sus más refinadas pasiones.