Durante toda su vida fue honorable… político
Usted está aquí
Durante toda su vida fue honorable… político
Aquella tarde recibí mi primera clase de democracia. Era el año de 1956 y fui, más por curiosidad que por otra cosa, a escuchar a un candidato a la Presidencia de México que prácticamente no significaba nada; peor aún, era el candidato del PAN. En aquella época o daban lástima o la mayoría de la gente no entendía su esfuerzo para lograr un triunfo político prácticamente imposible.
El candidato del PRI, Adolfo López Mateos, rebasaba el 100% de probabilidades de triunfo como lo mostraban las multitudes, pancartas, banderas y matracas que atiborraban las calles y plazas en todo el País. Era un Goliat casi cósmico para los mexicanos. En cambio Luis H. Álvarez era un imperceptible y minúsculo David sin más honda que su palabra, que en esa tarde apenas tenía unos cuantos curiosos, como yo, que nos detuvimos a escucharlo.
No fue un discurso vibrante y apasionado lleno de críticas al régimen absolutista que nos regía, ni incluía denuncias contra una administración maquillada de pseudodemocracia que tenía adormilada la conciencia política de los ciudadanos, a pesar de su corrupción instaurada por Miguel Alemán.
Fue un discurso nuevo y sereno que iluminaba los principios y la ejecución real de la democracia. Una descripción de una democracia muy diferente a la “oficial” que se difundía en discursos “patrióticos” y emocionales para disimular el enriquecimiento sexenal de los políticos. El discurso de don Luis desnudó esa tarde la “democracia oficial” y reveló la plutocracia que nos gobierna.
El miércoles pasado murió don Luis H. Álvarez, y ¿quién fue este hombre? ¿Estaba loco o fue un idealista extraterrestre que se equivocó de planeta? No fue ni un loco oposicionista radical, ni un idealista estéril. Fue ante todo una persona de carácter que tomó en serio los ideales, los convirtió en convicciones, las forjó en propósitos democráticos y nunca desvió ni su conducta ni su conciencia de ellos.
No fue un político especulativo y diletante, de los que analizan las circunstancias para convencerse de que no hay esperanza para la democracia ante el poder de la oligarquía, la corrupción sistémica y el deterioro de la moral política. Para él, ésta no fue “un árbol que da moras”. Fue un político tan moral que se puso en “huelga de hambre” durante 40 días para protestar por un fraude electoral, y tan comprometido con la verdad y la justicia política, que nunca fue acusado por sus adversarios a lo largo de sus 50 años de actividad política como Presidente Municipal, como candidato, como Presidente Nacional del PAN, como Senador y como miembro de la Junta de Negociación de la Paz en Chiapas.
Aquella tarde, don Luis me reveló la trascendencia de una democracia verdadera, sin caricaturas, y durante los siguientes 50 años su lucha sin descanso y sin beneficio personal, ha sido un testimonio de que existen políticos honorables que van construyendo lentamente nuestro ideal democrático, luchando contra la desesperanza.