Duda y duros datos duros

Usted está aquí

Duda y duros datos duros

Nos acostumbramos a racionalizar y/o relativizar argumentos para que la verdad sea moldeable de acuerdo con nuestras preferencias o creencias sin importar el sustento que dichas creencias o ideas tienen. En pleno siglo veintiuno, el mundo “moderno” se ha convertido en un pantano de verdades a medias y mentiras completas que se promueven y empujan en las muy poderosas (benditas, dirían algunos) redes sociales, en canales de televisión, estaciones de radio y medios impresos. Este no es un tema exclusivo de México, ni tampoco de creación mexicana. En prácticamente todos los países existe, en mayor o menor medida, la verdad que se vende al mejor postor, la verdad de quien tiene el micrófono más grande, el monopolio de las cámaras y de las planas de los periódicos. Para bien o para mal, todo es debatible y cualquier tema es sujeto a ser puesto a discusión y en entredicho con facilidad. Digo, que mejor ejemplo que el de aquellos que están seguros de que tanto el virus como la vacuna del COVID-19 son parte de un plan encabezado por Bill Gates para implantar chips en los humanos o para reducir la fertilidad del mundo. Todos tenemos algún conocido que se aferra a pensar que existen complots casi a diario, que la tierra es plana, que los humanos nunca han llegado a la luna, que vivimos en una simulación (ver la película The Matrix).

Aun cuando el tema en cuestión sea respaldado por números, existe una forma en la que se puede plantar la duda según el ángulo que le convenga al del micrófono. No parecen existir ya verdades absolutas. Los gobernantes alrededor del mundo lo saben y sacan provecho. Todos, sin falta y sin importar su calibre democrático, popularidad, decencia o ideología, tienen a su servicio la poderosa herramienta de la duda. La duda es como aquella enredadera que crece sin freno y que no necesita mucho mantenimiento. Una vez germinada, es difícil detenerla. Después de la duda, viene el miedo que nos lleva casi sin falta al imperio de la verdad a mi medida. Pocas cosas hay más convenientes y apetecibles que tener la capacidad de no equivocarse nunca, aunque eso no signifique estar siempre en lo correcto o del lado de la verdad. El imperio de la posverdad nos sirve en bandeja de plata la capacidad de acceder a datos, versiones, ángulos y explicaciones que moldeen las cosas no para llegar a la verdad o entender la realidad, sino para siempre tener la posibilidad de cuestionar lo obvio y amoldar la realidad a nuestro antojo.

Por eso no nos debe sorprender que hace unas semanas el Presidente de México y el periodista Jorge Ramos discutieron sobre la violencia y los homicidios en México y, con los mismos números en la mano (los oficiales), llegaron a dos conclusiones totalmente distintas, y hasta cierto punto válidas. El señor Ramos señalaba el alto número de homicidios que suceden cada mes en México, cerca de niveles récord. El Presidente señalaba cómo ese número ha dejado de crecer y se mostraba optimista de que esa es una buena señal. Ambos tenían razón, los valores absolutos de homicidios son muy altos, pero también la tasa de crecimiento a la que nos habíamos acostumbrado ya no existe.

Viene a mi mente ese ejemplo y me pregunto cómo reaccionará el Presidente y su equipo económico ante lo duro de los datos publicados por el INEGI en su Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2020. Es esa encuesta la que hemos referido en este espacio en el pasado para tratar de entender quién es realmente rico o pobre, quién es clase media, o cómo los deciles no reflejan toda la verdad, especialmente en el decil más alto (los más ricos). Ahora, el INEGI nos dice que si comparamos el ingreso trimestral promedio de los hogares mexicanos en 2020 con el de 2018 hubo una caída de 5.8 por ciento (de 53 mil 418 a 50 mil 309 pesos por hogar con promedio de 3.6 integrantes), mientras que el gasto promedio en salud aumentó 40.5 por ciento en un año en el que murieron varios cientos de miles de mexicanos más de lo normal. En todos los deciles se vieron caídas en ingreso promedio (hasta un 9.2 por ciento en el decil X), excepto en el decil I que mostró una leve mejoría de 1.3 por ciento al pasar de 9 mil 807 a 9 mil 938 pesos por hogar, por trimestre. Es decir, unos 3 mil 313 pesos por mes para todo el hogar. Uno pensaría que en materia de bienestar económico no hay muchos datos más duros que la ENIGH. No se vale –y no se debe– decir “vamos bien, requete bien” cuando la realidad nos grita otra cosa cada día. Los resultados no son buenos, podrán tratar de sembrar la duda, pero estos datos duros sí son en realidad muy duros para millones de mexicanos. ¿Cuál será el ángulo que se le encontrará a esta encuesta del INEGI para que alguien diga “yo tengo otros datos”? Lo más conveniente sería leer el reporte del INEGI, reflexionar y revisar que las políticas de gobierno estén correctamente alineadas para revertir la tendencia.