Duarte encajuelado

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Duarte encajuelado

El gobernador con licencia, Javier Duarte, vivía casi en la entrada del Club de Golf de Xalapa —la tercera casa del lado izquierdo, sobre la calle Las Haciendas en el número 4— cualquiera pensaría, después de ver el majestuoso rancho de Valle de Bravo y sus residencias en Estados Unidos,que su casa en la capital veracruzana sería de oro, o por lo menos se perdería la extensión a la vista, no, en realidad era una casa común y corriente, incluso discreta entre las vecinas, tanto en el exterior, como en el interior según fuentes cercanas había llenado su última morada con muebles regalados por un vecino.

En fin, vivía sus últimas semanas disfrutando las mañanas y las tardes, se había alejado de oficinas de Gobierno y de juntas extenuantes, no quería saber nada de su Gobierno en agonía y mucho menos del papeleo para entregar un estado en vilo. Según declaraciones de vecinos, los días los ocupaba en caminar con sus hijos y pasear a sus mascotas, se sintió seguro hasta que sus abogados le advirtieron que no había pacto presidencial y que iría la Procuraduría General de la República tras él. La situación actual ya la conocemos, está prófugo de la justicia y lo más cercano que está la PGR de él es una declaración de Raúl Cervantes “estamos cerca”, no nos han dado ningún otro elemento para creerlo. 

El columnista de VANGUARDIA, Raymundo Riva Palacio ha dedicado dos columnas a la huida del Gobernador con licencia, las tituló “Cómo cayó Duarte” en estos textos explica las pláticas en los Pinos, el malestar de los cercanos al Presidente por protegerlo y cómo se pactó su aparición en cadena nacional anunciando que pediría licencia, sin embargo, me detengo en dos párrafos que exponen al delincuente temeroso, al político desesperado: “Dos días después estaba jugando golf en la casa que rentaba en el Club de Golf de Xalapa, cuando al mediodía llegaron sus abogados. El principal, Guillermo Barradas, formado en el despacho de los panistas Fernando Gómez Mont y Julio Esponda, le dijo que su situación judicial era grave y que la PGR gestionaba una orden de aprehensión en su contra.Duarte decidió desaparecer del ojo público. Se escondió en la cajuela del automóvil de una prima de su esposa, Karime Macías, para escabullirse hasta el aeropuerto de Xalapa”.

Efectivamente, Duarte se cruzó por el hoyo 9 hacia la casa de una prima hermana de su esposa y lo sacaron en la cajuela de una camioneta rumbo al aeropuerto. De su casa a la terminal aérea son exactamente dos kilómetros, un retorno en la carretera hace que, en lugar de hacer un minuto, el viaje dure cuatro. Me imagino al Gobernador con licencia acostado, temeroso ¿cómo puede acabar así alguien que desvió miles de millones de pesos? Que una semana atrás seguía “en la plenitud del pinche poder” como alguna vez dijo su maestro Fidel Herrera

En esos cuatro minutos encajuelado ¿qué pensó Javier Duarte? En sus empresas fantasma, en los periodistas asesinados, en la violencia desbordada, en su círculo cercano acechado, en sus suegros, en sus ranchos, en sus propiedades en Estados Unidos, en la traición de su amigo Enrique, en Animal Político, en la entrevista con Loret, en Osorio Chong, en los Yunes, cuatro minutos apenas respirando, sin guardaespaldas, como terminan todos los grandes narcotraficantes, a salto de mata. Así se mueve ahora, de cajuela en cajuela, si ya le funcionó no hay razón para dejar de hacerlo. Ojalá caiga pronto.