Por: RENÉ ALEJANDRO PÉREZ HERNÁNDEZ

Imagina esto: una niña inocente, vestida con su vestido favorito, bailando y jugando en su habitación. Lentamente, girando y girando al ritmo canción, ella cierra los ojos por un momento, a continuación, los abre para ver una gran pelota con toneladas de personas que hablan y bailan sobre ésta. Ella misma se encuentra en un vestido de oro y ella se ve absolutamente radiante. Todas las personas están felices y sonrientes por ella. De pronto un hombre que ve a la niña y le pide bailar con ella; ella acepta, este es su sueño, el sueño de Corina, ser una princesa, tener amigos y seres a sus queridos todos a su alrededor. Mientras veía a todos, le había parecido ver a un hombre con una gabardina blanca, pero al perderlo de vista, este desapareció, esto no le pareció relevante. El hombre y ella, llevan su baile para el centro de la sala, todo el mundo se detiene a mirarlos. La música llega a su clímax, a continuación, el hombre toma la mano de la niña y él se inclina a ella, y esta cierra los ojos. La canción se desvanece con un pitido que se intensifica conforme todo desvanece. La charla cesa. Ella abre los ojos de nuevo, aún está acostada en su camilla en el hospital y ella puede escuchar el final de la canción, su canción. Ella cierra los ojos una última vez, para que ella ahora esté en sus sueños para siempre.

RENÉ ALEJANDRO PÉREZ HERNÁNDEZ
Estudiante
(Saltillo, Coah.)
Sept. 2005
Es estudiante de secundaria y ha publicado cuentos anteriormente en esta sección