Dragones, sirenas y unicornios

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Dragones, sirenas y unicornios

Dostoyevski decía que el alma se cura en compañía de los niños. En las novelas La pequeña Dorrit y Oliver Twist, Dickens representa al niño como un emblema de bondad y virtud frente a la injusticia, la corrupción y las vanidades de la sociedad. En su poema “El Golem” Borges estima que la imaginación está reñida con los límites, y que conforme aprendemos, gradualmente vamos siendo prisioneros de la red sonora del antes, después, ayer, mientras, ahora, derecha, izquierda, yo, tú, aquellos, otros.

Para Jean Francois Lyotard, el reconocido padre espiritual del giro posmoderno, todos los esfuerzos de nuestra sociedad, las presiones socializadoras (corporales y mentales) deliberadas o no, están destinadas a dirigir el proceso de maduración en sentido contrario al de las cualidades demasiado humanas de la infancia. Es como si la lógica de la sociedad consistiera en huir de la humanidad de sus miembros.

La historia moderna nos  moldeó para el trabajo industrial y los servicios. Así, la obediencia, la conformidad y la resistencia  a la monotonía son virtudes que deben sembrarse y que son valoradas. La fantasía, la pasión por el espíritu rebelde y la tendencia a la disconformidad, son vicios que deben exterminarse. En otras palabras, el cuerpo es el trabajador y el espíritu es silenciado. Resulta entonces intrigante que el periodo de la niñez,  considerado como el más desvalido y dependiente, sea también el que se relaciona con el estado más puro del alma, de la conciencia moral, y con la fase más natural y creativa de la vida humana.

Ser niño será siempre lo más cercano a las cualidades humanas; por eso tal vez de ahí provengan la mayoría de nuestros  mejores recuerdos, esa vida en donde todo era juego, no existía el orgullo ni la tristeza, no había nada más mágico que la imaginación y las posibilidades de crear cosas eran infinitas. Bastaba volar con la imaginación para ver dragones, nadar para observar sirenas y mirar un arcoíris para ver unicornios.

Hoy, el día del niño no debe ser solo una conmemoración para incrementar las ventas de productos de este segmento: dulces, juguetes, ropa, calzado y actividades  como ir al  cine, disfrazar a los niños de súper héroes o princesas, sino también una fecha de reflexión para todos, que nos recuerde que no debemos ver a la niñez como una etapa de nuestro pasado, sino como un objetivo en nuestro horizonte. Debemos volver a ser niños para ser mejores seres humanos.

"La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño" Friedrich Nietzsche. 

Foto: Unsplash / Mindful