Dos laguneros
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Dos laguneros
Javier Guerrero, comunista y pintor de San Pedro de las Colonias, dejó su huella en varios frescos de Diego Rivera, con quien tuvo una relación de amistad, de lucha política y de cooperación artística resaltada por algunas de las mejores plumas de críticos de arte. Raquel Tibol, la mejor especialista, le dedicó páginas elogiosas. En sus tiempos surgió otro sampetrino que tuvo una carrera vertiginosa: Pedro Rodríguez Triana. Éste conoció a Madero, se unió a Carranza, participó con Villa en no pocos encuentros, se hizo zapatista y fue herido en dos ocasiones. Llegó a Gobernador de Coahuila (1938-42) democráticamente y fue candidato a la Presidencia por el Partido Comunista Mexicano. Tuvimos, pues, un Gobernador comunista y ni cuenta nos hemos dado.
Si recordamos que Francisco I. Madero escribió y publicó en San Pedro el libro que generó la lucha revolucionaria, estaremos refiriéndonos a una población realmente anómala. Si añadimos el Reparto Agrario del presidente Cárdenas, comprobaremos que la población sigue siendo cardenista a pesar de todo. María Candelaria Valdés publicó un generoso libro sobre “La Educación Socialista en La Laguna” en el que aparece San Pedro como punto clave del reparto. Fue ahí donde le dieron a Carlos Salinas de Gortari un buen golpe en la pelona con una lata vacía de conservas gritándole “traidor y asesino”. Vaya que los sampetrinos son algo especial.
Cuando Javier Guerrero García (nada qué ver con el primer nombrado) propuso hace unos meses ser candidato a la Gubernatura de Coahuila, no fueron pocos los que dijeron que estaba perdido: “no conseguirá los 30 mil votos que exige el Instituto Nacional Electoral”. Y con tan peligrosa advertencia se lanzó a hablar con la gente y a presentar su proyecto de Gobierno. Recorrió el Estado y consiguió casi 200 mil firmas bien registradas, con número de credencial y rúbrica de cada adherente. ¡Increíble! Hoy se presenta en la contienda como una amenaza para sus pares laguneros.
Al igual que sus antepasados de San Pedro, genera una corriente original. Leí su libro “Mi Visión de Coahuila. Origen y Pasión”, que no me pareció atrevido, como imaginaba. Javier aparece en él todavía muy priísta y colosista. Pero quienes lo han escuchado en su precampaña me han platicado algunas de sus posiciones que son hipercríticas hacia el sistema. Javier Guerrero no se tapa la boca para denunciar con datos múltiples actos de corrupción, de violencia apoyada por las autoridades de los tres niveles o “la miserable situación de la Nación”, siguiendo a Miguel Ramos Arizpe.
Javier Guerrero García sorprendió a todos. Sus 200 mil firmas fueron, cada una, entregadas conscientemente y también arriesgadamente a un proyecto de Estado. Tranquilo, sereno, a veces demasiado prudente, de alguna manera ha incidido en el ambiente, un ambiente que está muy cargado hacia los laguneros Riquelme y Anaya que lo veían con desprecio: ahora ellos empezaron a preocuparse. Este señor de San Pedro, de izquierda como sus coterráneos nombrados, está en la lid… y no de adorno.
Titulé “Dos laguneros”, ¿quién es el otro? Se llamaba Sergio Antonio Corona Páez. Utilizo el imperfecto porque este magnífico historiador torreonense murió hace unos días. Sergió publicó varios libros sobre historia coahuilense, uno de éstos sobre la Hacienda de los González, en Saltillo, varios sobre Santa María de las Parras, uno de teoría de la historia para preparatorianos y dos o tres sobre los jesuitas laguneros. En uno de ellos, Sergio plasmó su talento rescatando la historia de la vitivinicultura de Parras. Libro fundamental para entender el significado de la producción de vinos y licores generados por los marqueses de Aguayo y por los jesuitas. Hizo un descubrimiento de importancia al encontrar que también hubo viticultores tlaxcaltecas y un sacerdote diocesano enólogo. Ahora que vemos que el cultivo de la vid está siendo cada día más practicado es obligado recurrir al libro de Sergio.
Lo aprecié. Le publiqué un libro en la SEP. Somos coautores de dos libritos sobre los indios de Coahuila: razones de peso para recordarlo como amigo, colega e intelectual. Sergio Corona se ganó un lugar de privilegio en la historiografía coahuilense.