Dos discursos
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Dos discursos
Los discursos se redactan con la idea de hacer una escisión en la conciencia de los hombres en un determinado momento histórico y un lugar particular de la geografía.
Algunos, sin embargo, dada la pureza de sus ideas o la belleza con que fueron escritos, o quizás por la fuerza con que fueron enunciados trascienden su propósito inmediato, y lejos de hacerse viejas sus palabras se vuelven bandera y hasta lugar común de quienes dicen defender una noble causa.
Discursos célebres como el de Gettysburg, de Abraham Lincoln, el “Yo Tengo un Sueño” del Dr. King o el de Salvador Allende en Guadalajara son modelo de retórica y se plagian una y otra vez para lucimiento de cualquier politiquete de cuarta. Claro, a una bonita perorata hay que saberla complementar con una vida congruente con lo que se pregona.
La semana que transcurrió nos dio dos piezas de oratoria de muy distinta naturaleza y son, creo yo, reflejo fiel de quienes las pronunciaron.
El cantautor y colíder de la cuasi mítica banda de rock progresivo y psicodélico, Pink Floyd, Roger Waters, durante el primero de sus dos conciertos en la antigua Tenochtitlán (hoy CDMX) compartió con toda su fiel audiencia un comunicado dirigido al Gran Tlatoani de esta Nación, “El Copete que Cae”, Quiquetzalli Peñaxtli.
En un español más que arduo, el británico de 73 años, dijo más o menos lo siguiente:
“La última vez que toqué aquí en México, conocí a algunas familias de los jóvenes desaparecidos... Sus lágrimas se hicieron mías, pero las lágrimas no traerán de vuelta a sus hijos.
“Señor Presidente, más de 28 mil hombres, mujeres, niñas y niños han desaparecido. Muchos de ellos durante su mandato, desde el 2012.
¿Dónde están? ¿Qué les pasó? El no saber es el castigo más cruel. Recuerde que toda vida humana es sagrada, no sólo la de sus amigos.
“Señor Presidente, la gente está lista para un nuevo comienzo. Es hora de derribar el muro de privilegios que divide a los ricos de los pobres. Sus políticas han fallado. La guerra no es la solución. Escuche a su gente, Señor Presidente. Los ojos del mundo lo están observando.”.
Un par de días más tarde, en el Zócalo capitalino, Waters volvería a sacar su papelito para increpar nuevamente al Ejecutivo.
La “chairada”, es decir, jóvenes y chavo-rucos que se identifican por su discrepancia con el Gobierno y a los que se les tilda ya sea de ignorantes, revoltosos o bien, de incondicionales de AMLO (lo que puede ser triplemente cierto, o totalmente falso, cada caso es único), celebraron con aullidos jubilosos las mochas palabras de la leyenda rockeril.
Me gusta Pink Floyd mas no soy fan, para mí escucharlos demanda una alta concentración de pachequismo y lo mío es la cerveza y el rock and roll rústico. Don Roger, sin embargo, conoce a su público a la perfección y sabe la acogida que tendrán sus declaraciones, mismas que yo celebro.
Después de todo. ¿Para qué sirve la fama? Ok, sí, para atiborrarse de sexo y enervantes, pero una vez superada esa borrachera, la celebridad tiene que cobrar alguna responsabilidad social o de lo contrario es pura fatuidad.
Los detractores ya quieren desterrar a Waters como indeseable para la Patria por violentar el artículo 33 constitucional que prohíbe que los extranjeros se inmiscuyan en los asuntos políticos del País.
Pero yo les digo “relájense un buen”, porque el 33 como tantos otros artículos peca de ambiguo: ¿Qué es exactamente “inmiscuirse” y qué es tan sólo externar una opinión? Tampoco es como que el cantante esté financiando campañas y pidiendo el voto para “El Peje”.
De todas formas, cualquier medida diplomática contra el autor de “The Wall” resultaría contraproducente para nuestro internacionalmente deslustrado Presidente, antes que negativa para el prestigio de un artista cuyos méritos lo colocan por encima de amonestaciones burocráticas.
En otro evento masivo, pero de muy distinta ralea, la militancia coahuilense del PRI (entre líderes, lideresas y acarreados) se dio cita en el Coliseo Centenario de Torreón. Allí nuestro Gobernador, Rubén Moreira, hizo gala del recurso al que siempre apela cuando está desesperado por recibir la atención que cree que el mundo le debe: Se puso soez.
Comparto aquí las frases selectas de su enardecida alocución:
“… llevamos 136 mil empleos ¡Esas son cifras, no chingaderas!”.
“El pedo de la inseguridad empezó con el PAN”.
“…Los Zetas, esos pinches malandros, hicieron toque de queda.”
“…el gobierno del PAN en Torreón sacaba las patrullas a enfrentar a los policías federales de Calderón. “¡Esas sí son chingaderas, compañeros!”.
Soberbio, eximio, docto. Así habló el mandatario coahuilense para conectar con una audiencia repleta de torta y frutsi, pero también para su camarada, Enrique Ochoa (me siguen saliendo tocayos incómodos), líder supremo de su partido (cargo de dudoso honor que por brevísimo tiempo desempeñó el hermano de Moreira Valdez, nuestro ex Gobernador, Humberto Megadeuda Moreira; mismo para el cual el profe de la “pipol” se despidió con un apoteósico quinto informe en ese mismo Coliseo Centenario, pebetero de glorias petateras).
Compare ahora la calidad de sendas peroratas: la vehemente, reaccionaria y sobre todo cultísima disertación de don Rúbax; contra la sobria, contenida y tropezada lectura del genio del rock. Compare textos por favor y las ideas allí vertidas.
Dicen que somos lo que comemos, pero es obvio que también somos reflejo de lo que dejamos salir por la boca.
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