Dos décadas de Feria del Libro

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Dos décadas de Feria del Libro

Ilustración: Vanguardia/Alejandro Medina

En Francia se les llama Salón del Libro, algo que denota seriedad o aburrimiento y que acá se les dice Feria, o sea, lugar de encuentro, alegría

No recuerdo haberme perdido la Feria del Libro de Saltillo (hoy de Arteaga) más que una vez, por encontrarme fuera, pero la he gozado por 20 años. La primera fue humilde, sencilla, con dedicatoria hacia los niños, pero ya bautizada como tal. Tuvo lugar en el viejo Hotel Arizpe-Sainz y una de las salas de exhibición era nada menos que el recinto de lo que fue el bar. Todavía reinaba en una pared el dios Baco semidesnudo y brindando con sus ebrios discípulos. La inició Patricia Gutiérrez con la bendición del secretario de Educación, Óscar Pimentel.

Alfonso Vázquez Sotelo le imprimió su personalidad y agrandó año con año. Ahora, en su vigésimo aniversario, la tomó bajo su cuidado Ana Sofía García Camil. No puede uno más que aplaudir el esfuerzo de ellos y de todos los que los ayudaron. Una Feria como la que estamos viviendo requiere de enormes esfuerzos, conocimientos, relaciones, dinero y demasiada paciencia.

Nadie me lo ha dicho, pero estoy seguro de que los organizadores tienen graves problemas con los escritores, poetas, historiadores, editores, libreros y demás, puesto que ordinariamente los intelectuales creen que también a ellos los engendró el Espíritu Santo.

Ésta, que lleva el número 20, me parece que ha elevado a nuestra Feria a un lugar importante, para nosotros (Saltillo y la región). No me interesa saber si somos la cuarta o quinta en importancia porque no hay razón para compararse. Lo que sí es significativo es que tenemos al alcance una oportunidad de acercarnos a un mundo que en general nos está vedado (recuerde que tenemos pocas librerías en Saltillo, lo que es vergonzoso).

Haber traído al director de la Biblioteca Nacional de Argentina, Alberto Manguel, no creo que haya sido fácil y, sin embargo, estuvo y fue aplaudido por no menos de 400 personas. Habló del nacimiento del libro y su larga historia. Otro que tuvo una audiencia enorme fue Gilles Lipovetsky conversando sobre las tres grandes etapas de la concepción sobre las mujeres y su papel en la historia occidental. Su conferencia fue muy celebrada. Otros muy importantes fueron Juan Villoro, Jean Meyer, Elsa Cross y Mónica Lavín. Y es imposible no mencionar a los locales, como Herbert, De León, Boone, Alanís, Luna, Villarreal, García, Jáuregui… (perdón por no poder mencionar a todos).
Me impresionó la ceremonia de inauguración. Los múltiples discursos, incluyendo el del Gobernador, fueron buenos, pero destaco dos: el del representante de Francia, Raphaël Meltz, que habló del significado de la publicación de libros para un país, un Estado y una ciudad. Dijo que los libros sobreviven a los reyes y gobernantes y que éstos pueden ser olvidados, mas no los libros. ¿Quién gobernaba Francia cuando Víctor Hugo escribía?, nadie lo sabe, pero todos siguen leyendo “Los Miserables”. El otro que dio un discurso hipercrítico sobre la falta de cultura democrática en México fue el representante del Instituto Nacional Electoral (de la Ciudad de México, no local). Mostró estudios de lo que los mexicanos concebimos como democracia. Exhibió estadísticas de una encuesta nacional en la que aparecieron cosas como: la gente no confía en los gobernantes (las únicas instituciones en que cree son las iglesias, el Ejército y las universidades); sólo el 17 por ciento tiene una buena opinión de diputados y senadores; aseguró que casi todos consideran que los partidos son inútiles, innecesarios y corruptos. Etcétera. Todo estadísticamente apuntalado. Lo aplaudimos con entusiasmo y un poco de tristeza: no imaginábamos vivir en un país tan descorazonado.

La Feria del Libro de Arteaga se ganó un lugar en el concierto de la nación. Meltz señaló que en Francia se les llama Salón del Libro, algo que denota seriedad o aburrimiento y que acá se les dice Feria, o sea, lugar de encuentro, alegría, juego, intercambio… No podemos dejar de reconocer lo que tenemos.

Algunos extranjeros, varios expositores y unos libreros dijeron que la Feria tenía lugar en un lugar que nunca hubiesen imaginado. La Sierra de Zapalinamé es el telón de fondo de la Universidad Autónoma de Coahuila y es el mejor de los paisajes que se pueden soñar. También la vista del Valle y de la ciudad, desde allá, muestra un espectáculo que hace vibrar de emoción.