¡Donald Trump es Mammón!

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¡Donald Trump es Mammón!

El capitalismo está íntimamente relacionado con la religión, Max Weber nos lo explica en su “Ética protestante y el espíritu del capitalismo” y nos dice que fue Lutero el que dotó al trabajo de una connotación religiosa, el único medio para vivir de manera grata a Dios. Pero lo que no dice Weber es que cuando la codicia y el anhelo de lucro se desbordan, entonces ya no se agrada a Dios sino a Mammón, el demonio de la avaricia.

Y en este contexto es necesario citar la película “El Abogado del Diablo” (1997), una cinta con Al Pacino en el papel de John Milton, el diablo, y Keanu Reeves como Kevin Lomax, su abogado, en una trama de suspenso escrita por Andrew Neiderman que retrata de una manera punzante el entorno social de Donald Trump en la escena de la gran fiesta en el penthouse de Nueva York, y donde Eddie Barzoon, un diablo menor, le dice al abogado Lomax; “He aquí lo más alto de la cadena alimenticia, magnates de la Bolsa, de las bienes raíces, de la banca, las finanzas, la política y los poderosos republicanos de Nueva York”.

Luego aparece Debra Monk, asistente del bufete de abogados donde todos son demonios y dice en tono burlesco; “Se supone que Donald Trump vendría, pero tuvo una emergencia de negocios con Mort Zuckerman”, esto, en alusión burlesca a uno de los filántropos defraudados en la vida real por Bernard Madoff, el estafador que desfondó a varias fundaciones caritativas, lo cual, es una sátira que enaltece al demonio de la avaricia que engaña con bonos basura, fondos buitre, acciones chatarra y demás instrumentos de especulación y que, a su vez, hace escarnio de las causas más nobles y altruistas.

Luego resulta que el abogado Kevin Lomax (Reeves), es hijo de John Milton (Pacino), el dueño del bufete que en realidad es Lucifer, el cual embarazó a la madre de Lomax, una presbiteriana que a los 16 años fue a un retiro espiritual a Nueva York.

Y aquí hacemos énfasis en esa coincidencia por demás espeluznante; que también Donald Trump es presbiteriano y por ende, nos asalta la duda de que este especulador sin escrúpulos también sea hijo del diablo.

Y no precisamente porque sea presbiteriano inferimos que Trump es un demonio, sino que en los mítines de su campaña han aparecido pancartas comparándolo con Jesucristo, una aberración fanática del Ku Klux Klan sureño, de una supuesta supremacía blanca que nada tiene que ver con el Nazareno.

Seguramente el apóstol Pablo hoy reprendería a Trump como en su tiempo lo hizo con el falso profeta Barjesús; “¡Lleno estás de todo engaño y de toda maldad, hijo del Diablo, enemigo de toda justicia! ¿No te cansas de torcer los caminos rectos del Señor?”.

Y aunque no podemos asegurar que Donald Trump sea en realidad hijo del diablo, al menos es el elegido de las almas perdidas del Ku Klux Klan que buscan a un líder anglosajón que rescate a la Casa Blanca del poder negro de Obama, que deporte a los mexicanos y que levante el muro Trump en la frontera. Efectivamente, este republicano es el ídolo de la avaricia, del hedonismo y la ambición, es el ente maligno al que Cristo condenó en el Sermón de la Montaña, ¡Donald Trump es el demonio Mammón!