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Doña Mari y don Emiliano: al borde de quedarse en la calle
María del Carmen y Emiliano Villa forman parte del paisaje céntrico de Saltillo, eso nadie lo puede negar, pero detrás de ese atuendo prehispánico con el que él baila mientras ella pide dinero a los transeúntes, está el drama de quedarse a dormir en la calle.
Por sus edades, de cerca de casi 100 años, no deja de sorprender su vitalidad, pero también que no tengan la seguridad de un hogar.
Esta pareja llegó a Saltillo hace 30 años en busca de un mejor futuro, provenientes de San Juan Oaxtepec, Oaxaca, donde iniciaron su vida juntos, cuando María tenía 12, y su ahora esposo 17.
Ya en la capital coahuilense, la pareja comenzó a buscar la manera de obtener dinero para mantenerse, por lo que decidieron mostrar a los saltillenses un poco de la cultura oaxaqueña, con pinceladas del baile típico de su pueblo.
Con las ganancias se hospedaron en el hotel Roma, el cual desapareció, situación que los obligó a buscar una vivienda. Se encontraron en la colonia Bellavista a una mujer de corazón bondadoso, que decidió darles un espacio.
Fue a partir de ahí que habitaron en Nicolás Regules 134, casa a la cual tuvieron que hacerle varias modificaciones, entre ellas colocar nuevas láminas en el techo, pues las que estaban se goteaban.
Por mes, María y Emiliano quien además perdió el sentido del oído, debían pagar 100 pesos de renta, los cuales representan un gasto considerable, pues diariamente alcanzan a obtener entre 70 a ochenta pesos bailando.
Desde el pasado lunes, una mujer que no identifica, llegó a la vivienda, tomándolos por sorpresa, y mencionándoles que debían salirse del sitio, pues tenía pensado comenzar a fincar una casa para un familiar.
Los vecinos salieron a defenderlos, pues ni doña Mari, ni Emiliano saben leer, logrando llegar a un acuerdo de que será hasta abril la fecha límite para conseguir un lugar a donde puedan mudarse.
Aunque la situación parece complicada, la señora Mari no tiene miedo de quedarse en la calle, pues señala que en su pueblo así vivieron durante muchos años.
Y SU HERMANO ESTÁ ENFERMO
Con la angustia de que podría quedarse en la calle, Mari fue informada que en San Juan uno de sus hermanos se encuentra muy enfermo, y tiene pocas esperanzas de vida.
Ninguno de los dos recibe apoyo gubernamental alguno, pues no cuentan con servicio de energía eléctrica, requisito indispensable —según la lideresa de la colonia—, para poder obtener el registro y recibir al menos una despensa.
“Tengo que juntar mi dinerito, y para enterrar a mi hermano, y a mi esposo, o mi viejito a mí, imagínese, ya casi cien años, le llega a pasar algo y qué hago”, finalizó doña Mari, entre lágrimas.