Doña Irene
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Doña Irene
Irene García Moreno nació el 19 de octubre de 1936 en el ejido San Juan de Boquillas, municipio de Cuatro Ciénegas, Coahuila, en el seno de una familia humilde. Su padre se dedicaba a la explotación de la lechuguilla, por lo que podemos imaginar la escasez de víveres y vestido en la familia García; sin embargo, hoy doña Irene es una mujer plena y ejemplar.
Acercarse al mundo onírico de Irene García Moreno es conocer los sueños que habita y comprobar una vez más que la poesía puede generarse en todos los rincones del mundo. Cuando ella llegó a Bustamante, Nuevo León, tenía 18 años, y hoy casi a los 82 años da a luz a su primer poemario con el título “Letras Campiranas”, como dio a luz a sus nueve hijos a los que ama de una manera total, pues son el motivo de su existencia.
El pintoresco pueblo de Bustamante ha sido la fuente de inspiración en la obra poética de Irene García Moreno, tanto en los aspectos religiosos y políticos como en los de amor y en los relacionados a sucesos trágicos; aunque también su obra versa sobre una tragedia nacional y sobre el orgullo de la mexicanidad.
Doña Irene es cronista genuina de las tragedias de su pueblo adoptivo, pero además de su propia tragedia al haber sido una persona que tuvo que laborar siendo una niña para apoyar a sus padres. Por ello no tuvo oportunidad de cursar estudios, lo que tal vez influyó en su temprano casamiento con un hombre nacido en Bustamante.
Su poesía surge cuando evoca a sus padres y recuerda de ellos momentos de alegría y de dolor como el de no poder visitar la tumba de su progenitor, como una premonición que le hiciera su madre.
A pesar de los avatares y en medio de una pobreza digna, doña Irene, al hilvanar con su máquina de coser la ropa de los suyos y la de otros para sobrevivir, confeccionó versos en donde se hace sentir su agradecimiento a la vida declarando que todo es amor.
Vemos el alma de la poetisa al estilo de Alfonsina Storni, en supremo dolor personal ante la traición del amado a quien dedica textos profundos sobre sus sentimientos destrozados. Sin embargo, se sabe integrada a la tierra cuando habla de sí misma como si fuera agua de manantial, o cuando se vislumbra vestida de blanco en un sembradío, porque Irene es una mujer que aprendió a obtener frutos de los suelos en tierras coahuilenses.
Pero es en las tragedias donde su pluma es más cercana a los lectores, pues va dibujando con palabras campiranas, sabias y de manera poética las muertes de personas o familias. Se antojan estas obras como para ser musicalizadas.
Irene García Moreno con las riendas de su propia creatividad nos sorprende con su lírica sencilla, pero espléndida porque es producto de su verdad. La podemos visitar en su casa de la calle Escobedo frente a la Acequia Iglesia, y observarla sentada en una mecedora: trenzados sus cabellos con la frente limpia y alta por haber cumplido su papel de madre y abuela y de gran mujer.
El día de ayer por la mañana en el Museo de la Memoria Viva fue presentado su poemario por la maestra Melita Treviño Castillo, quien preside Padrinos de Bustamante A.C.
Algunos de sus poemas fueron leídos por los presentadores (incluyéndome) y por su hija María del Rosario. Doña Irene tiene 30 nietos, 50 bisnietos y 5 tataranietos. Luego de la lectura se organizó un ágape en el que convivieron con su familia, muchos bustamantenses.
“Mi amor es un manantial de agua pura y cristalina / como el agua de mis ojos que rueda por mis mejillas. / Mi amor es grande y eterno, como agua del manantial que al sediento da la vida, cuando muriéndose está”. Así inicia uno de los poemas de doña Irene.