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Disculpas y culpas

Estoy seguro que Adán le pidió una disculpa a Eva por morder la manzana del Paraíso sin su consentimiento… y que también Eva le repitió la disculpa con la que quiso hacerse tonta. Toda esa verborrea no sirvió para nada. A fin de cuentas Ella y su esposo ya habían perdido su Paraíso. Algo semejante les sucedió cuando se encontraron el cadáver ensangrentado de su hijo Abel, aunque no perdieron el tiempo y encontraron pronto a quien echarle la culpa: su otro hijo Abel. Así son las familias disfuncionales desde entonces.

Desde aquella época hasta el presente el hombre ha inventado múltiples caminos totalmente inefectivos para resolver sus problemas. Uno de ellos es buscar un culpable para quitarse de encima la responsabilidad, otro exigir al supuesto culpable una disculpa lo cual tampoco, sirve para nada, no resuelve el daño causado.

En el caso de la disculpa que el Presidente Andrés Manuel López Obrador exige a España y el Vaticano se repite la misma cantaleta inefectiva, a la que se añade otro camino erróneo: recurrir al pasado, a lo que ya no existe, ¡sucedió hace 500 años!

De ahí que las respuestas sociales desde las diplomáticas hasta las irónicas de las redes sociales, (por cierto algunas muy ingeniosas), hayan servido para resucitar debates seculares del pasado, así como AMLOFILIAS y AMLOFOBIAS políticas y emocionales, y denuncias que confrontan las injusticias actuales que sufren no solamente los pueblos indígenas, sino el pueblo mexicano sin distingos de raza, fruto de un colonialismo mexicano que se disfraza con máscaras de partidos políticos o de democracia ciudadana.

Los imperios de la historia siempre han usado la crueldad de la cultura colonialista para justificar su expansión, así como el uso de las armas más modernas en su tiempo. Las atrocidades y genocidios construían una conciencia moral a su modo y un poder incuestionable de gobierno.

De cuando en cuando aparecía la fuerza de la razón y  la conciencia democrática de  la dignidad humana que se revelaba ante la crueldad de la cultura imperial, pero duraba poco tiempo y al poco tiempo renacía la codicia del imperio y la justificación del colonialismo inhumano.

Las atrocidades del imperio español son semejantes a las de los persas, los romanos, los ingleses, los musulmanes medievales, los nazis, rusos (recuerde usted las purgas de Stalin) y los chinos con su Revolución Roja, Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua. Con todo lo anterior no trato de justificar la crueldad inhumana del colonialismo milenario de nuestro planeta, lo señalo como una tendencia enferma de las sociedades que las consideraban legítimas (errónea e inconscientemente) y que aún hoy existen en nuestros propios ojos como vigas inmensas que solo nos permiten ver la paja del ojo o cultura ajena.

Exigir una disculpa muchas veces es una forma de quitarnos la responsabilidad de llevar a cabo las responsabilidades que nos competen a nosotros mismos. Queremos que otro haga la tarea de aplicar la solución adecuada, efectiva y que él y no nosotros, cargue con las consecuencias. Culpar al pasado familiar, social, histórico es un camino fácil pero totalmente estéril para salir del atolladero. El único camino efectivo es caminar en el presente con sus retos y sus muros.

Los problemas coloniales de inseguridad, economía, educación y salud que padecemos los mexicanos no se van a solucionar con exigir disculpas por un colonialismo del pasado sino asumiendo nuestra responsabilidad actual que no construya nuestro propio colonialismo.