Discriminación sanitaria y economía

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Discriminación sanitaria y economía

El primero de julio entró en vigor en Europa una nueva directiva que prohíbe la entrada a cualquier persona que no esté vacunada con una de las tres vacunas aceptadas en ese continente. Esto es, ahora hay una forma de discriminación sanitaria que los países con poder económico, desde luego, han establecido para que las personas de otras partes puedan llegar allí. El problema es que ya no sólo hay que estar vacunado para poder entrar a cualquiera de los países miembros de la Unión, sino que ahora debe ser con las marcas propias, que por razones como disponibilidad, diseño genético, preferencia personal y hasta política interna de cada país, no necesariamente podrá ser inoculada en el visitante. Esto es ahora una forma de racismo sanitario para ser más preciso y hay que identificarlo de esa manera.

El problema económico derivado de esa forma de racismo es complicado de combatir porque en aras de una protección sanitaria a favor de la población local, la migración y el turismo internacional se han casi detenido. En el primer caso, ahora los migrantes son vistos como amenazas para la salud pública en países como Turquía, pero hay más que actúan de la misma forma. Los vuelos sólo llevan pasajeros que puedan presentar evidencia de que han sido vacunados con las marcas aceptadas. De acuerdo a cálculos de la propia Unión Europea en este momento menos de 350 millones de personas de todo el mundo podrían entrar a ese territorio.

La problemática económica deriva en que no sólo el turismo se verá duramente afectado, pues la gente de Asia no podrá ir a Europa, reduciendo hasta un 90% el potencial turístico de los siguientes 10 años, de mantenerse ese racismo sanitario. La industria completa sufrirá el problema de tener muchos menos visitantes. Las aerolíneas han expresado que más del 40% de sus utilidades provienen de los viajes internacionales, que de manera natural tienen rentabilidades muy altas. Por ello se verá una reducción importante en el número de vuelos, pero a la vez, la construcción de aviones nuevos caerá al menos un 35% en la siguiente década, y esa industria es sumamente importante en la generación de empleos en la propia Europa y que quede claro, es en un sector manufacturero. También el sector de la construcción sufrirá pérdidas importantes porque dejarán no sólo de construirse restaurantes y hoteles, sino también fábricas, que los inversionistas dejarán de construir al no poder tener la movilidad necesaria para ir a visitar una nueva potencial localización productiva. En pocas palabras, el racismo sanitario afecta económicamente a todos los sectores.

Hasta las relaciones familiares están siendo afectadas por esta situación. Ya hay familias que simplemente han decidido aislarse totalmente de personas no sólo que no están vacunadas, sino también de aquellas que tienen una vacuna china o de tal marca que, según su apreciación, no es efectiva. Llama la atención que se discrimine por procedencia de la vacuna cuando ni el 95% de la población entiende lo que sucede con los agentes inoculados o peor aún, no hay investigación concluyente sobre si hay vacunas que “protegen” y otras que “no protegen”. Sin embargo, esto también tiene consecuencias económicas. Al dejarse de reunir las familias, el consumo de alimentos procesados, bebidas gaseosas y hasta alcohólicas, ha disminuido. No sólo la inflación ha sido causante de una reducción en el crecimiento de las ventas, sino también la interrupción del proceso de socialización familiar y de amistad.

Tampoco las autoridades ayudan mucho, ya que se está analizando la estrategia de que los lugares públicos exijan comprobante de vacuna o de no tener el virus del COVID-19. En ninguno de los dos casos esto deja la certeza de que no habrá más contagios. Hasta el momento, cerca de 22 millones de mexicanos tienen el esquema completo de vacunación, de una población total de 126 millones de acuerdo al último censo. Muy lejos todavía de la meta del 70% (90 millones aproximadamente) del total de la población vacunada para dejar la pandemia en el pasado, cuando llevamos 7 meses de iniciado el proceso. Si se mantiene el ritmo actual, tardará el gobierno al menos otros dos años en alcanzar la cifra mágica.

La discriminación sanitaria es un problema económico grave, es una limitación más a la libre actividad económica, estar vacunado o no, es una cosa, pero llegar al extremo de exigir una marca para poder asistir por ejemplo a un evento, viajar, entrar a un hotel o un avión como planean hacerlo dos líneas europeas, es el colmo. Es como decirle que no puede entrar a un lugar sólo porque no viste de acuerdo a una marca, que muy probablemente ni siquiera le quede bien. Hay que recordar que las vacunas, como cansino al menos, fueron diseñadas con un genotipo en mente (asiáticos) y por ello ni siquiera la empresa productora la ha ofrecido en otros países, no porque sea inservible. En el futuro inmediato, con estas restricciones y el mundo requiriendo que se reactive la inversión y las grandes obras de infraestructura ¿cómo viajarán los hombres de negocios para palpar los mercados? ¿Cómo visitar una fábrica? ¿cómo se juntarán directivos de una misma empresa radicados en diferentes países con vacunas diferentes? ¿podrán ir estudiantes mexicanos a estudiar a Europa? Básicamente es una condena a permanecer pobres a nivel país. Ahora el color de la piel ya no es un factor de racismo, es la vacuna que traiga puesta. Cómo han cambiado los tiempos, con la pandemia.