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Difícil decisión
Con la llegada de “la nueva normalidad” y la reactivación del sector económico se ponen sobre la mesa algunos temas para el sector de la Danza.
Si bien es sabido que las actividades físicas y artísticas son una efectiva herramienta para lidiar con el confinamiento y sus consecuencias físicas y emocionales, se vuelve a hacer evidente el hecho de que la danza, junto con otras disciplinas de este tipo, no son consideradas esenciales en nuestro país (a diferencia de otros casos que ya hemos mencionado en anteriores entregas, como Alemania, que incluyó a la cultura entre los bienes de primera necesidad ante esta pandemia), más allá de aspirar a esos niveles, el problema es que además, hemos sido omitidos de cualquier listado de actividades que regresarán de manera escalonada a esta nueva normalidad, lo que a su vez, activa entre la comunidad dancística la incertidumbre ante la reapertura de academias, escuelas, talleres, grupos, compañías y su regreso a la modalidad presencial. El no contar con una guía que brinde algo de certeza sobre la cual planear y organizar actividades, recursos y en general el funcionamiento de estos centros de trabajo, mantiene a la comunidad de maestros, directores y dueños de academia inquietos y preocupados.
Por una parte, siempre la primordial, existe absoluta conciencia y compromiso por preservar la salud, y jamás poner en riesgo a la población que asiste a tomar clases de cualquier género dancístico.
Por otra parte, y ya ha sido también mencionado anteriormente, existe y cada vez presiona más, la necesidad económica del 40% de la población cuyo ingreso proviende únicamente de sus actividades relacionadas con la Danza.
En nuestro estado, menos de la tercera parte de los agentes de la Danza pertenecen a una institución que les brinde un contrato, salario fijo y prestaciones de salud. La gran mayoría se desempeña de forma independiente, o en academias y centros de enseñanza particulares.
La totalidad de estas academias reportan un porcentaje considerable de deserción en estos últimos tres meses, aunado a los descuentos y promociones en las colegiaturas, que se ofrecieron como medida de apoyo también a la economía familiar de sus alumnos.
Finalmente, no se puede evitar mencionar un tercer elemento de igual importancia que los anteriores: la preocupación por la formación física, técnica y artística de los estudiantes y bailarines, que si bien, las clases han seguido impartiéndose adaptándose a la modalidad en línea, hay qué considerar que los resultados en la ejecución se ven disminuídos al no existir el contacto visual presencial del maestro y el alumno, sus correcciones manuales, las condiciones idóneas en el espacio y el mobiliario con el que cuentan los alumnos en casa, aunado a las dificultades en el acceso a los medios electrónicos, los problemas de conectividad, etc.
Ante esta situación, la comunidad de la Danza ha permanecido unida, en comunicación, buscando y proponiendo soluciones, dialogando, investigando, preparando planes de reactivación y reapertura, atentos al comportamiento de la curva, los contagios, semáforos, aforos, medidas de seguridad, equipos de sanitización, y un largo etcétera.
Tratando de encajar en los lineamientos de apertura de gimnasios y escuelas de artes marciales, y demandando por ser considerados en la elaboración de pautas específicas que respondan a las condiciones y necesidades de la Danza.
Mientras no existan, tal vez deberá privar el sentido común, el análisis y la toma de decisiones en consenso, la red de apoyo entre colegas que se ha creado, y que es uno de los muchos beneficios que se podrán rescatar de esta situación, que en definitiva, ha movido nuestros esquemas.
Y apelando a la comprensión y apoyo de las familias que acceden a nuestros servicios y de la sociedad en general, cada maestro, director, tomará la decisión adecuada, para llevar de la mejor manera posible esta contingencia y para mantenerse en pie desde su trinchera.