¿Dickens o Altamirano?

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¿Dickens o Altamirano?

Usted lo sabe, soy fanático y fiel lector de Charles Dickens y como cada año, es ritual en este escritor leer y releer su texto, “Cuento de Navidad” o “Canción de Navidad.” Cada Navidad me abandono sin objeción alguna a la amargura y a rumiar la falsa alegría que se posesiona en hombres y mujeres de buena voluntad. Me identifico con el señor Scrooge, ese contable  al cual lo visitan los fantasmas de las navidades pasadas y futuras, para luego, quedar convencido de su pecado, la avaricia, y transitar a un mejor estadio de bondad y buenas maneras con su prójimo, como el pequeño Tim.

Este año no ha sido la excepción releer la genial obra del inglés. Pero, tenía mucho sin releer la obra igual, de un autor mexicano que trató la misma situación, desde otra perspectiva, digamos, una realidad o cotidianidad rural y mexicana. 

Me estoy refiriendo a la obra, al cuento largo o novela corta, como usted prefiera, “Navidad en las montañas” del mexicano Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893). 

La trama es harto sencilla y evocadora, un capitán del ejército ha sido enviado a un pueblo tierra adentro, en las montañas (tal vez del bajío) en una misión, pero allí le atrapa el día de las Navidades, el día del nacimiento de Jesucristo. Conoce entonces a un sacerdote de linaje ibérico el cual invita a éste y su pequeña escolta, a cenar y pasar tal alto día en un pueblo sumido en la serranía, donde el sacerdote ha dedicado su vida a ayudar, educar y poner en orden la vida de la villa.      

El libro se lee de una sentada y ya no lo recordaba. Bello, con una prosa florida y evocadora, cuenta Altamirano en su dedicatoria a Francisco Sosa en 1890, que el libro, el cuento nunca hubiese llegado al final feliz de redacción, de no ser precisamente porque su amigo Sosa, literalmente lo secuestró por tres días en su propio estudio al escritor y no lo dejó salir… Hasta que terminara la redacción de la novela corta. El libro se publicó en su momento lo mismo en España, Francia y México. Altamirano combatió en la guerra contra la invasión francesa y participó en la Revolución de Ayutla en 1854. 

Escritor, periodista y político, ha pasado a la historia precisamente por este texto, “Navidad en las montañas” y “Clemencia”, esa narrativa conocida como  cuadros de costumbres o estampas, no pocas veces educativa, formativa en la conciencia de un País tan joven como anhelante de identidad, México. Hoy “Navidad en las montañas” usted lo puede conseguir en varias editoriales a precio tan módico, que es un verdadero pecado no tenerlo en la estantería y siempre a la mano para su relectura y más en estas fechas.

Esquina-bajan

¿Qué cenó dicho capitán del ejército en aquel pueblo rural mexicano, villa perdida entre la escarpada serranía de nuestras cordilleras madre? Cuenta Altamirano: “La cena fue abundante y sana. Algunos pescados, algunos pavos, la tradicional ensalada de frutas, a las que da color el rojo betabel, algunos dulces, un pudín hecho con harina de trigo, de maíz y pasas, y todo acompañado con el  famoso y blanco pan del pueblo, he ahí lo que constituyó ese banquete, tan variado en otras partes”.

Cuenta también que se repartió algo de vino y algunos campesinos tomaron una copa de aguardiente “a la salud del Alcalde y del cura”. En cuanto al capitán, invitado especial por azar, fue reconfortado con un jerez seco “muy regular por aquellos rumbos”. Pero, sin duda, lo más importante aquella vez fue la solidaridad, fraternidad y bondad de aquel pueblo, sus autoridades, su respeto y don de gentes, ya perdidos en el nacimiento urbano de las grandes metrópolis del País que hoy ya son un lastre. Dice el narrador: “Nunca… he podido olvidar aquella hermosa Navidad pasada en las montañas”.

Así lo deletrea holgadamente: “Cuando concluyó la oración del alba, la reunión se disolvió, nos despedimos del digno Alcalde…  quienes se quedaron con él a concluir la velada, así como otros muchos vecinos; y nos fuimos a descansar, andando apresuradamente, porque a esa hora, como era regular en aquellas alturas, durante el invierno la nieve comenzaba a caer con fuerza y sus copos doblegaban ya las ramas de los árboles, cubrían techos pajizos de las cabañas y alfombraban el suelo…” 

Letras minúsculas

¿Altamirano o Dickens? En Navidades hay mucho por contar. Por leer. Siempre.