Diarrea verbal

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Diarrea verbal

Es preocupante y también vergonzoso lo que estamos viendo y viviendo en estas campañas electorales. Todos los candidatos, ahora sin excepción, han alcanzado un nivel de basurero en sus elocuciones. Y no digo de arrieros porque éstos habían aprendido un vocabulario que les iba en su profesión y que era parte de su relación con el lenguaje y sus animales. Se convirtió el encuentro entre proyectos de nación en un intercambio de datos personales siempre denostando al otro, pero no de cuál es el país que nos proponen encabezar, transformar, recrear. Es enojoso, por decir lo menos, escucharlos. La banalidad de los cinco ha llegado a la burla y el menosprecio, y no entre ellos, sino hacia nosotros, los ciudadanos.

Me había prometido no hablar de Jaime Rodríguez, “El Bronco”, y, sin embargo, ha despotricado tanto que merece algo más que el desprecio, que se está ganando a pulso. En un mercado salieron comerciantes a decirle que empezara por cortarse una mano porque había robado, inventado adhesiones y banalizado las elecciones nuevoleonesas en que fue electo gobernador (porque eso no se puede negar). Es un personaje que el PRI impuso. Ahora se dice lo que yo apunté en esta columna hace meses: que ese partido puso a sus militantes a apoyarlo con adhesiones para que dividiera la elección y le pegara directamente a López Obrador.

José Antonio Meade está inquieto porque “El Peje” no declaró sus dos departamentitos. Es cierto. Meade deja de lado la Casa Blanca de la esposa del presidente, que se tasó en 83 millones de pesos. Los departamentos de López Obrador valen un millón 300 mil pesos. Algo que se justifica sin mucho esfuerzo: 40 años de trabajo, el conjuntar el dinero con su primera esposa. Es simple. ¿Y la casa de Videgaray?, también la olvidó. ¿Y la de Lozoya? Meade, el más preparado según dicen, no tiene capacidad de razonamiento. Acusa a los demás de corrupción y olvida para quién ha trabajado y quién lo impuso como candidato. Tal vez él, como persona, sea o parezca un buen hombre, pero está en manos de la mafia y la representa… y la defenderá si llega a ser presidente.

Ricardo Anaya, si se respeta lo que todos parecen reconocerle (su lógica, su manejo de la polémica), no aporta nada más allá de lo que se le ocurre en cada perorata. ¡Vivan las mujeres!, si están ahí. ¡Voy a encarcelar a los corruptos!, su primer crucigrama. ¡El debate es entre Andrés y yo!, cerrando el paso. Es listo, como lo han sido, en general, los fascistas. Recuerde los discursos de Mussolini, los de Hitler, aun los de Trump o los de Kim Jong-un. Acabar con el contrario, primero, luego veremos.

Creo que Andrés Manuel López Obrador ha descuidado mucho su discurso y les ha dado de comer en la boca a sus enemigos. Sus amigos han tenido que salir a explicar o corregir sus palabras tal como se hacía con Vicente Fox: “quiso decir esto”, “lo que significa ese concepto es tal y no tal otro”. Si tiene un proyecto educativo para México que lo presente o que sus colaboradores lo lancen a los periódicos para conocerlo. Declarar nada más que lo echará abajo no le sirve a él ni menos a nosotros. Yo creo que la Reforma de la Educación de Peña Nieto es mediocre y fue más una reforma administrativa para controlar al magisterio, pero de proyecto para la nación, para nuestro futuro, no tiene gran cosa. “El Peje” tiene razón, pero debe presentar argumentos, no declaraciones.

Todo está conduciendo a un gran golpe venido del poder central. Es claro que Peña Nieto no puede arriesgar su futuro y el de sus colegas. De ahí que tanto Anaya como López sean un peligro real. Vea el ejemplo del gobernador Corral en Chihuahua: no ha soltado a Alejandro Gutiérrez a pesar de las presiones de Gobernación. Del lado contrario, la federación ha ocultado los crímenes del exgobernador Duarte que dejó a Chihuahua en la ruina. Dos aspectos de lo mismo. El grupo Atlacomulco no razona; golpea.

Muy complicado se vuelve el panorama. El sentimiento que tenemos no es de miedo, sino de un mundo absurdo y de impotencia ante el poder. ¿Qué nos queda? Votar contra el poder, el que está dominando y corrompiendo a México.