Diario de un nihilista

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Diario de un nihilista

Romance decasílabo
(A la manera de Sor Juana)

Tántalo soy ante los objetos,
Dédalo puesto en su laberinto,
Ícaro cuando los sobrevuelo,
Sísifo si retornan al piso. 

Híbridos de atracción y rechazo,
Trémulos me trazan un destino,
Íntimos deseos solicitan,
Último adiós son, más que un aviso.

Póstumos son, más que novedosos,
Físicos más que metafísicos,
Tránsito del deseo hacia el deseo,
Fúnebre meta de diez caminos.

Súbitos objetos que entremezclan
Óptimo volumen, pulcro aliño,
Místicos aun en su picaresca,
Fársicos en su traje y su ritmo.

Íntimos y por tanto intocables
–Lícitos los deseos más ilícitos–,
Límites me imponen no difusos,
Vínculos sobremanera estrictos.

Sólidos sueños que así deambulan,
Lívidos de un insomnio preciso,
Lógicos en sus sofisticados
Códigos de rigor psicalíptico.

Pálidos, vehementes, extenuados
Fósiles de tiempos discontinuos,
Máximos ponientes me levantan,
Prístinos de cotidianos trinos.

Cósmicos no, sino cosmicómicos,
Químicos no, los cuerpos alquímicos
Pródigos se brindan al contacto,
Próvidos colman los precipicios.

Órbita para que se encarrilen,
bólidos de carácter centrífugo,
básico el deseo ordena el mundo,
mínimo hilo de lo fortuito.

 

Tórrido el espacio en que palpitan,
trémulos cuerpos, meteoritos
móviles en quietud imantada,
cándidos en su mármol propicio.

Tócalos Tántalo y se retira,
ópalos de un esplendor sucinto:
hécate alumbró dicha materia,
démeter con polvo los rehízo.

Óbice es el tacto y es la mano
órgano que derriba sin tino:
símiles de Midas, los deseantes:
pústulas son sus escrutinios.

Séneca se abre las canillas,
súmulas del deseo indeciso;
círculo estoico son las cosas,
símbolos de un quieto desatino.

Víctima del tacto, se desuella
próximo a las cosas, puesto en vilo,
índice todo su cuerpo, Marsias,
sígito puño sobre el abismo.
*
Táctiles son sus ideas, evocan
lábiles sombras, cuerpos extintos;
dístico, tiene como hemistiquios
ánima y cuerpo sucesivos.
*
Vórtice del sol, brota un crepúsculo
índigo, inunda los intersticios,
cúspide tiene, que es su nadir
líbico, nocturno, rectilíneo.

Áspides engendra de la piedra,
médicas, para el tacto propicias,
ásperas, la arena suavizan,
líticas brotan del remolino.

Búcaros o labios los objetos,
trémulos de un deseo extinguido,
ínsitos se ofrecen a la mano,
pródigos en su aire insumiso.

Trémolo de apariencias, se funden
límine son los cinco sentidos,
cébanse en ellos y los retienen,
prófugos desde sí hacia sí mismos.