Día del padre
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Día del padre
Hoy se celebra el Día del Padre que es uno más de los días en que debemos festejar a terceros. Entiendo perfectamente el Día de la Madre, pero los comerciantes han ido ganando terreno para crear días de: el Policía, la Enfermera, las Secretarias, los Compadres, el Médico, el Niño, el Maestro y sígale sumando hasta llegar a no menos de 100 días de alguien. En general, siempre he dejado de lado lo del padre, aunque lo soy, porque me parece aberrante. En cambio, disfruto a mis dos hijos siempre que puedo, “sin día”.
De la palabra padre nos viene patria, que es muy bella y nos envía al concepto de nación, que es el lugar donde se nació; patria es la esfera de todo lo que nos hace sentir apego a un territorio, pero no nada más en el sentido geográfico, sino también en el histórico, en el mítico, el religioso, el emocional. Casi todos somos patriotas por naturaleza porque sentimos que pertenecemos a alguien, a algo, a un pasado y su presente (que somos los que ahí vivimos).
Padre y patria nos conducen a muchos sustantivos, adjetivos y verbos referentes a lo mismo, como patrimonio, patrón, paternalista, padrino, compadre, repatriados, patriarca, patrocinio y otros. Incluso palabras que no nos parecen tener relación, la tienen, como es el caso de impetrar y perpetrar, que presentan la raíz de padre un poco oculta (del latín patrare, que significa cumplir con la autoridad del padre).
Es interesante saber que una palabra que no existe en el diccionario, al menos no en el de María Moliner, es “matria”. Matria sería el equivalente de patria, pero aplicado a algo más pequeño; es decir, es la referencia a una diminuta porción de la patria. Nuestra matria sería Saltillo o Parras o La Laguna o Nadadores. El creador de matria fue don Luis González y González, que al escribir su magnífico “Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia” dejó dos conceptos: matria y microhistoria, que han tenido aceptación, incluso en otras lenguas, como el italiano.
Llamamos patriotero a quien enloquece frente a personas de otros países creyéndose superior a ellos o que su nación lo es. Pocos serán más patrioteros que los mexicanos, pensamos nosotros, equivocadamente: los brasileños lo son en un nivel casi inalcanzable, aunque empatan con los argentinos. En Bélgica tuve muchos compañeros salvadoreños, que son muy simpáticos, pero que tenían un nivel patriotero increíble, con mucho odio contra sus vecinos centroamericanos. Y los cubanos actuales también lo son en exceso.
Los mexicanos van a las finales de futbol soccer a cantar el Himno Nacional o “Cielito Lindo”, se disfrazan con sarapes, portan sombreros enormes que jamás usarían en México y ofenden, cuando pueden, a los demás hinchas. ¿Cómo olvidar que el equipo mexicano enfrentó al francés en las finales de la Copa del Mundo?, ¿cómo borrar de la memoria el escándalo que hicieron en París cuando perdieron?, ¿podríamos dejar de lado que un mexicano enloquecido por la derrota se orinó bajo el Arco de Triunfo precisamente en la “llama del soldado desconocido” apagándola por primera vez desde 1945? Somos patrioteros sin remedio, incapaces de aceptar derrotas, y si estamos en bola, aptos para golpear u ofender, como los mexicanos que irritados por el fracaso le acariciaron las nalgas a una brasileña y fueron a parar a la cárcel.
Día del Padre, un buen día para recordar a los papás, pero no sólo para gastar dinero y llenar un hueco sentimental que deje de lado otros asuntos. No es casual que una buena parte del edificio freudiano se haya sostenido sobre “el problema del padre”. Sigmund Freud fijó en las mentes de sus discípulos la idea de que llegamos a ser nosotros mismos cuando enfrentamos la dependencia respecto del padre. Esto no necesariamente con el padre carnal, sino con los que ocupan su lugar simbólico: Dios, el Gobierno, el maestro, la policía, la ley… El estudio que realizó sobre el parricidio en Dostoievski sigue siendo válido.
Es un hermoso día para recordar a nuestro padre los que ya lo perdimos y para pasar un momento con él si usted lo conserva, pero sin melcocha, sin tanta palabrería vana; con cariño